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sábado, 25 de enero de 2025

"Las tres hijas del rey muerto", Marina Tena Tena

Título: Las tres hijas del rey muerto (#1)

Autoras: Marina Tena Tena

Idioma original: español

Saga: Tres hijas del rey muerto

Editorial: Salamandra

Año de publicación: 2024

Páginas: 468

Sinopsis: El rey ha muerto. Larga vida a las princesas.

Después de su asesinato, sus tres hijas son lo único que le queda a un reino con el trono vacío, distanciado de los dioses y consumido por intrigas y traiciones… Pero su muerte también resquebraja la vida de las princesas.

Astra, la legítima heredera, desaparece junto con su padre en lo que aparenta ser un daño colateral para acabar con la corona. Destrel, la mediana, asume el papel de heredera y participa con la cabeza alta en los insidiosos juegos de la corte para convertirse en la reina. Cyra, la menor, abandonada por sus hermanas, se une a los galgos, un grupo de soldados de élite entrenados para sacrificarse por el reino. La vida de las tres hermanas cambia radicalmente cuando Astra reaparece y reclama su derecho al trono, aunque alberga una intención transformar la relación entre humanos y dioses para siempre.



El día que asesinaron al rey, unos monjes secuestraron a su hija mayor, Astra, porque consideraban que corría el mismo destino que su padre y era la única forma de salvarla. Así, de la noche a la mañana, Destrel y Cyra se vieron huérfanas y desamparadas. Sobre los hombros de Destrel, la mediana, recayó el peso de su reino a muy corta edad y tuvo que aprender a ser reina a pasos agigantados, pues nadie sabía qué había ocurrido con Astra y si seguía viva o no. Por su parte, Cyra, la pequeña, se sintió abandonada y desplazada, hasta tal punto que renunció voluntariamente a la vida de comodidades y lujos que le correspondía como princesa para alistarse en los galgos, un grupo de soldados de élite dentro del ejército, entrenados para ser máquinas de matar y defender el reino con uñas y dientes. Aunque a Destrel no le hizo mucha gracia que su hermana pequeña se convirtiera en una joven violenta, salvaje e indómita, su prioridad era invertir todo su tiempo y su infancia en ser una reina digna, por lo que sus deberes y el rechazo que le producía el camino que había tomado Cyra crearon un abismo insalvable entre ambas. La delicada relación entre las princesas se tambaleará todavía más el día que reciban la noticia de que Astra está viva y que once años después vuelve a casa para reclamar el lugar que le pertenece: su trono. Además, aunque ellas no lo imaginan, su regreso no es casual. Durante su ausencia, Astra ha estado aprendiendo de los monjes a cómo comunicarse con los dioses, unas criaturas peligrosas que casi causaron el colapso de la civilización y, desde entonces, su religión y todo lo relacionado con ellos ha sido prohibido bajo pena de muerte. Sin embargo, Astra sabe que si los dioses no vuelven a caminar por la tierra, el fin de todo lo que conocen será inevitable.


Desde que el rey murió y Astra desapareció, Destrel supo que el destino del reino y el suyo habían cambiado para siempre. Dejó de ser la princesa mediana sin demasiadas responsabilidades, a tener que aprender a ser reina sin tener tiempo para pasar el duelo correspondiente a su enorme pérdida. En ese momento comprendió que el castillo era un nido de víboras, de nobles dispuestos a manipularla y congraciarse con ella para salir beneficiados, de sabios cuyos consejos parecían querer ayudarla y aliviar su tarea, pero en realidad solo buscaban su propio poder. Destrel tuvo que aprender, siendo solo una niña, que no podía fiarse de nadie, que por fuera tenía que fingir ser alguien inocente y fácil de convencer, sin mostrarle a nadie su astucia y su inteligencia. Todo ello mientras aprendía a trompicones sobre política y legislación para tratar de gobernar a su gente lo mejor posible, sin causar conflictos internos, ni favorecer más a unos que a otros y con la sombra de su hermana perdida sobre su espalda. Todas esas responsabilidades la llevaron a descuidar por completo su relación con Cyra, su hermana pequeña. Una futura reina no podía permitirse distraerse con algo tan banal ni podía convertirse en el referente y el consuelo que Cyra necesitaba, por más que, en el fondo, le doliera. De ahí que Cyra se sintiera sola y traicionada por aquellos a quienes más quería y buscara una nueva familia en la que sentirse integrada, la de los galgos, la élite del ejército. Allí acogían a cualquier huérfano que tuviera la suficiente resistencia mental y física como para convertirse en un soldado letal. Eran un grupo inquebrantable, confiaban los unos en los otros y matarían por sus compañeros. El dolor y el entrenamiento convirtieron a Cyra en una joven cruel, desalmada e incontrolable, todo lo que no debía ser una princesa desde el punto de vista de Destrel. Esta odiaba a su hermana pequeña por haber renunciado con tanta facilidad a su clase, mientras que Cyra la odiaba precisamente por todo lo contrario, por haber antepuesto el reino a su sangre.

Destrel es un personaje que por fuera parece dulce, empática y amable, pero nada más lejos de la realidad. Es calculadora, ambiciosa, controladora y está dispuesta a sacrificar a quien haga falta con tal de conseguir el trono. Debido a las leyes de su reino, hasta que no hayan pasado doce años de la desaparición de Astra no pueden nombrarla reina por lo que no puede descansar tranquila hasta que la corona no esté sobre su cabeza. Mientras tanto, tiene que actuar como si lo fuera, pero sin poder tomar decisiones por sí misma, ya que el reino está virtualmente gobernado por un consejo de sabios, que fingen tener en cuenta la opinión de Destrel, pero que, al mismo tiempo, hacen lo posible para convencerla de fallar conforme a sus egoístas propósitos. Destrel ha vivido desde niña al borde del precipicio, teniendo que lidiar con intrigas en la corte, traiciones a sus espaldas y la presión de convertirse en lo que esperan de ella. El desprecio evidente de Cyra hacia su persona y que su hermana no acepte su autoridad tampoco ayudan. Destrel se deja la piel para estar a la altura de las circunstancias, teniendo que seguir un camino plagado de obstáculos y sabiendo que está a un paso en falso de perder todo aquello por lo que ha luchado durante años. Los equilibrios de poder dentro de la corte son muy delicados y ella está en el centro. Además, el pueblo añora a Astra, por lo que no solo tiene que luchar cada día contra sí misma y aquellos que la rodean, sino también contra el recuerdo de su hermana desaparecida. Aunque intenta hacer las cosas bien y ser una mujer íntegra, ha aprendido por las malas que ser buena persona y actuar con ética perjudica sus intereses más que ayudarla a conseguirlo, por lo que no dudará en utilizar cualquier artimaña a su favor para ganarse el puesto que con tanto sufrimiento y sacrificio cree merecer. Estar en la cabeza de Destrel es fascinante porque puedes ver la lucha constante entre lo que es correcto y lo que debe hacer para lograr sus propósitos, dos elementos que no siempre van de la mano. Vive en un constante estado de alerta, atenta a las trampas de su entorno y teniendo que tomar decisiones muy complicadas que favorezcan a su pueblo sin perjudicar a los poderosos. Su papel es muy complicado y aunque en numerosas ocasiones es cruel y despiadada, teniendo en cuenta sus circunstancias es muy difícil juzgarla con dureza. Por ejemplo, es implacable con Cyra porque odia todo aquello que representa y en lo que se ha convertido, al tiempo que no se da cuenta de que ella tiene parte de culpa por haberla descuidado cuando más la necesitaba. Si bien es cierto que su acelerada educación como reina le impidió actuar como hermana mayor y que la manipulación que ejercieron los demás sobre ella a tan pronta edad la hicieron creer que su labor era más importante que su familia, eso no quita que la actitud y el desprecio que recibe por parte de su hermana pequeña sea en parte su responsabilidad. Destrel es un personaje que me ha encantado por la complejidad de su construcción y porque puedes empatizar con ella y odiarla al mismo tiempo.

Cyra, por su parte, es un personaje con el que me ha costado bastante más encajar. Desde el principio, ese odio que destila por todos los poros y su empeño en faltarle el respeto a todo el mundo excepto a sus compañeros del ejército, hicieron que no me gustara. Es cierto que, con el libro más avanzado, entiendes el por qué de su personalidad y que toda esa rabia y amargura proviene de haberse sentido siempre desplazada dentro de su propia familia. La desaparición de Astra y que Destrel la echara de su vida en consecuencia y se comportara como una princesa antes que como una hermana, fueron el clavo definitivo de su desprecio, obligándola en cierto modo a encontrar una escapatoria para llenar ese vacío que, en su caso, fue unirse a los galgos. Desprenderse de esa infancia de lujos para convertirse en un arma de matar tampoco fue fácil. Aun así, aunque respeto y entiendo ese odio irrefrenable que siente hacia Destrel, lo cierto es que es un personaje tan centrado en su propio dolor y en sus circunstancias, que nunca se pone en el lugar de su hermana mayor ni en las dificultades que ella misma está pasando (aunque también se podría decir al contrario). En vez de ayudarla a desempeñar su papel como futura reina o, sino quiere hacerlo, por lo menos apartarse de su camino, está empeñada en ser un obstáculo constante y en hacer lo posible por ponerle las cosas más difíciles aún. Esto hizo que, si bien Cyra me da bastante lástima, no pudiera evitar que me cayera fatal a lo largo de toda la novela. De todas formas, esto no fue un impedimento para disfrutar de los capítulos narrados desde su punto de vista, dado que se entiende perfectamente el por qué de su personalidad y además está muy bien construida y su forma de ser es coherente con sus vivencias y su desarrollo como personaje. Quizá lo único que me faltó es saber por qué el pueblo la aprecia tanto, tanto a ella como a sus galgos. Es algo que la autora menciona en diversas ocasiones, pero en ningún momento se profundiza, más allá de que el pueblo admira al ejército por defenderlos ante las amenazas. De los galgos también conocemos a algunos compañeros de Cyra y de cómo es su relación con ellos, pero tampoco hay ningún personaje destacable.

Por último tenemos a Astra, la joven secuestrada por los monjes cuando era niña. Los monjes son un grupo religioso que fue desterrado a las montañas cuando los monarcas condenaron el culto a los dioses. Esta prohibición se debió a que consideraron que estos seres divinos eran demasiado peligrosos para la humanidad y su presencia trajo más desgracias que dicha, por lo que se vetó la religión y aquellos que siguieron adorándolos, fueron recluidos a las afueras del reino, bajo pena de muerte si se les ocurría regresar al reino. El grupo de monjes que secuestró a la princesa, o que más bien salvó según ellos, la cuidaron y educaron en su creencia hacia los dioses, enseñándola a contactar con ellos, a adquirir sus dones y a cómo manejarlos. Astra aprendió que eran muy peligrosos y no cualquiera puede salir indemne si trata con ellos; y aunque tanto ella como el resto de religiosos son muy conscientes del riesgo que entrañan y de que, en efecto, su presencia puede ser perniciosa para la humanidad, también saben que el mundo que conocen se está muriendo y está abocado a la destrucción si los dioses no vuelven a caminar por la tierra. Es por eso que secuestraron a Astra en primer lugar, para enseñarla a tratar con los dioses correctamente y para que comprendiera que la única esperanza de evitar la catástrofe es abriendo la última puerta que queda en pie de cuando la divinidad era venerada, una puerta que conecta ambos planos y que se halla precisamente en el castillo. Así pues, el objetivo de Astra es regresar a casa once años después, alzarse como reina y, bajo su mandato, permitir que los dioses vuelvan. Su misión no será tarea fácil; en todo este tiempo la han dado por muerta y tendrá que demostrar que ella es la legítima heredera al trono, volver a conciliar su vida actual con lo que dejó atrás, ocupar el lugar de Destrel (algo que, evidentemente, a esta no le hará ninguna gracia) y todo ello sabiendo que su objetivo es traicionar la confianza de su pueblo para convocar a los causantes de una masacre años atrás. Astra es un personaje muy diferente al de sus hermanas porque no ha crecido rodeada de odio y teniendo que mirar constantemente por encima del hombro por si la traicionan. Al contrario, ha crecido con amor y comprensión y sabiendo que si fracasa en su misión, ninguno de los monjes se lo echará en cara. Ha de hacer lo que tiene que hacerse, pero el peligro que entraña su destino es tal, que sabe que su gente  aceptará sin problemas si en el último momento considera que su futuro la sobrepasa. Astra es valiente, precavida, insegura y cariñosa, lo cuál contrasta mucho con el resto de personajes. Cada protagonista tiene una personalidad muy definida, una voz propia y una forma diferente de enfrentarse a los desafíos, lo que hace que sea muy interesante leer cada capítulo desde una perspectiva distinta. Además, me gusta cómo la autora no solo explora su interior, sino también las relaciones que se establecen entre ellas.

La trama es bastante simple y aunque sea un libro de fantasía, al menos en este primero (se trata de una bilogía) la parte fantástica se limita a la presencia de los dioses y, sobre todo, a los capítulos contados por Astra. Es en su mayoría una novela de intrigas palaciegas y traiciones en la corte, pero teniendo en cuenta la motivación de Astra y el cómo termina esta primera parte, es obvio que la autora va a desarrollar más el tema de la magia y de los dioses en el último libro. El saber cómo van a desarrollarse los conflictos que se nos plantean a lo largo de la obra es lo que mantiene al lector pegado a sus páginas, especialmente cuando Astra haga acto de presencia. Su regreso complica las cosas, ya de por sí enrevesadas, y ver cuáles van a ser los siguientes pasos de sus hermanas ante su vuelta vuelve la novela aún más atractiva. En cuanto al estilo de escritura, lo cierto es que me esperaba mucho más. De Marina Tena Tena he escuchado verdaderas maravillas, sobre todo respecto a su pluma, pero lo cierto es que para mí no ha destacado en absoluto. No es un libro que esté mal escrito, ojo, pero sí que me esperaba que esta parte me cautivara como al resto de lectores y no ha sido así. Me ha gustado cómo está escrito, pero tampoco me parece nada del otro mundo. El desenlace también es el esperado, con la tensión justa y necesaria para dejar al lector con la miel en los labios, ávido de saber qué sucederá en la segunda parte, cómo se resolverán las distintas alianzas que se han ido forjando, quién traicionará a quién (aunque la autora ya nos da un adelanto muy jugoso) y, sobre todo, qué sucederá con los dioses.

Las tres hijas del rey muerto es una novela perfecta para aquellos que disfrutan de la fantasía medieval, pero centrada en sus protagonistas, en el desarrollo de estos y en las intrigas palaciegas. Que las hermanas sean tan dispares entre ellas y que cada una narre sus capítulos, le da un atractivo extra y una mayor profundidad a la historia, a pesar de la simpleza de esta.

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