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viernes, 9 de octubre de 2015

Cuéntame tu historia XV: ¡vuelta al cole!

¡¡Síi!! Vuelvo a reabrir esta sección, un tanto abandonada. Pero entre que no tenía inspiración para escribir y las vacaciones, esto estaba medio vacío y no apetecía nada. Ahora estoy yo sola con esta iniciativa, pero intentaré mantenerla todo lo activa posible, promise :)

Como algunos vuelven al cole, como no podía ser de otra manera esa temática tiene que estar en vuestra historia.


Ficha del personaje

Nombre: Derek
Personalidad: vago, gruñón, desvergonzado
Ocupación: Estudiante universitario
Carrera: Derecho

¡Empecemos! A ver si seguís con el mismo buen nivel que hasta ahora ;)


El ruido del despertador atronó en la habitación. Una mano fantasmal surgió bajo las sábanas y lo paró con tanto impulso que acabo estampado contra la pared. El cuerpo tras la mano gruñó. Sabía que su padre se enfadaría, pues era el cuarto despertador que destrozaba. Pero odiaba a aquel cacharro con todas sus fuerzas. Además, ahora mismo lo último que le apetecía era ser delicado. Bostezó y se estiró, sin atreverse aun a salir de la cama. Unas patas retumbaron por el suelo de madera y algo pesado se subió encima de sus piernas. Estaba tan adormilado, que no pudo evitar la zarpa afilada que se clavó en su mejilla.

-¡Estúpido gato! -se incorporó de un salto debido al susto y el felino aterrizó con agilidad sobre sus zapatillas de felpa. Se restregó contra ellas para dejar varios kilos de pelo y su inconfundible olor, para después regresar por donde había venido.

Derek cada vez estaba más convencido de que Chewie le odiaba. El gato se parecía a su padre (gran fan de Star Wars como se podía ver, algo impresionante si conocías su carácter), arisco y con una particular forma de demostrar su cariño. Deslizó las piernas fuera del confortable refugio contra la temporada invernal que se avecinaba. Sus pies tocaron el suelo apenas unos nanosegundos antes de meterlos en las zapatillas, tiempo más que suficiente para que sus huesos se helaran. A pesar de ser principios de septiembre, el frío había llegado con fuerza y se colaba por cada rendija.

Se puso en pie y se encaminó hacia el baño, pisando la superficie mullida de pelo de gato que era ahora su calzado. Tenía un aspecto horrible. Anoche se había acostado tarde para adelantar temario de sus nuevas asignaturas. Hoy empezaba oficialmente segundo de derecho, pero su padre había insistido en que una semana antes se leyera, como mínimo, el primer tema de cada libro para ir con cierta ventaja. Eso le había parecido bien puesto que odiaba tanto su carrera que cuanto más supiera antes de quedarse dormido en las clases, mejor. Pero claro, una cosa era decirlo y otra hacerlo. Los libros le daban tanta repulsa y asco que no los había tocado hasta la noche de antes, con bronca por parte de su padre incluida. Él quería que su hijo fuera un gran abogado, a su imagen y semejanza, pero no comprendía que no eran las aspiraciones de Derek. Tampoco es que tuviera claro qué quería hacer en su vida, así que simplemente se había dejado arrastrar por el entusiasmo de su progenitor.

Intentó inútilmente atusarse un poco el pelo, pero cada mechón iba en punta hacia un lado distinto, así que se rindió. El arañazo en la mejilla, casi bajo el ojo, quedaría peor tapado con una tirita. Lo dejó estar con resignación. Bajó a desayunar con pasos pesados. Podría jurar que madrugar hacía que le doliera el alma. Su padre ya estaba en la cocina con su pose habitual, el café en una mano y el periódico en otra.

-No te voy a comprar más despertadores -comentó sin despegar la vista de lo que estaba leyendo.

-Buenos días a ti también. -Buscó su taza y la llenó de leche. Sus bostezos eran apenas controlables. Su padre lo miró con el ceño fruncido.

-Es tu primer día, no puedes ir con ese ánimo.

Derek reprimió la respuesta mordaz que amenazaba con salir. Él era el único que estaba contento de que su hijo hubiera superado el primer curso (no tenía ni idea de cómo). Y lo sabía. Varias veces había intentado explicarle cómo se sentía al respecto, pero la conclusión siempre era la misma. Derek era un desagradecido con los esfuerzos de su querido padre por pagarle los estudios y por desear para él un futuro brillante.

-Tu maldito gato me ha vuelto a arañar -dijo en su lugar, removiendo el cacao en polvo, mientras se apoyaba en la encimera, de espaldas a la ventana de la cocina.

-Chewie es inofensivo. Algo le habrás hecho. -Como si supiera que estaban hablando de él, el gato apareció ronroneando con expresión de angelito. Derek lo miró mal y pareció que los ojos del bicho brillaban de satisfacción. -Desayuna rápido, no puedes llegar tarde.

Eso era lo único que le importaba. Que su futuro abogado no podía llegar tarde. Se bebió lo que quedaba de la taza de un sorbo y subió de nuevo las escaleras. Se lavó los dientes y se vistió en un tiempo récord. Cogió el autobús por los pelos. La mochila se le resbalaba constantemente del hombro, se moría de sueño, no había mirado el horario por lo que ni siquiera sabía qué le tocaba hoy, no le apetecía nada regresar a clase y el comportamiento de su padre le desquiciaba. Encima para colmo, el arañazo le escocía, un bonito recordatorio. Iba mirando las farolas encendidas pasar a toda velocidad por la ventana mientras maldecía su suerte y su poca valentía para enfrentarse con su padre. Deseaba que el universo por una vez se confabulara a su favor e hiciera algo que cambiara la situación. Algo inesperado para que su primer día no fuera un asco, como estaba destinado a ser.

Llegó a su parada demasiado pronto para su gusto. Bajó hastiado, con el ánimo por los suelos. Arrastró los pies hasta la puerta de su universidad. No había nadie en la entrada y eso le extrañó. Comprobó en el móvil que no llegara tarde. Los pasillos estaban desiertos a pesar de ser hora punta. Avanzó con cautela hasta su clase. Según se acercaba, escuchó el jaleo. Gritos, lloros, ruido de cosas chocando y cayendo.

-Pero qué...

Abrió de golpe y entró, asustado por si algo horrible estaba ocurriendo. Se quedó mudo de espanto. Sus piernas temblaron ante la estampa que sus incrédulos ojos contemplaron. Su tutor de prácticas estaba allí, rodeado de... ¿niños? Había niños correteando entre los bancos, subiendo y bajando escaleras, de apenas seis años de edad.

-¡Kristine, ven aquí!

-¿K-kristine? -Si no había oído mal, aquel era el nombre de su compañera de mesa. El suelo estaba plagado de juguetes de todo tipo, colchonetas y folios. Las paredes pintarajeadas.

-¡Derek! -llamó alguien a su espalda. Al girarse, su profesora de Derecho Penal le miraba, severa. -Otra vez llegas tarde. Voy a tener que hablar con tu padre. Ahora entra, la clase va a empezar pronto.

¿Hablar con su padre? ¿Su profesora? ¿Que entrara en clase? ¿Pero qué demonios estaba pasando? Intentó dar un paso al frente, pero no podía. La mochila parecía pesar más de lo habitual y no era capaz de moverse. Entonces, fue terriblemente consciente de que su punto de vista era más bajo. Se miró. Había encogido. Se había convertido en un niño y sus libros iban arrastrando por el suelo. Sintió arcadas de pavor. Qué narices estaba pasando. Una cosa es que deseara que algo extraordinario ocurriera al inicio de curso, pero esto era demasiado. Demasiado. Sin tiempo para asimilarlo, Kristine tiró de su mano en dirección a una de las colchonetas. Todos se sentaron en un círculo, esperando instrucciones de la profesora. De repente empezaron a cantar, una canción infatil. Derek miraba perplejo de un lado a otro, pero pronto se impregnó del espíritu alegre que desprendía aquel aula y se unió al canto. Volvía a ser un crío inquieto y despistado y eso le gustaba, le llenaba el pecho de calidez. Se acostumbró a su nueva situación (a pesar de que parecía imposible) y disfrutó de la mañana. No entendía nada, se sentía perdido y confuso, pero volver a tener seis años le estaba sentando bien, estaba disfrutando por primera vez en años. Kristine fue de lo más amable con él. Compartió su desayuno, bollos de chocolate, y le enseñó a dibujar perros. Estaba enfrascado en cómo tenía que trazar la cola, que se sobresaltó cuando un pitido agudo taladró sus oídos. Con un grito, se tapó los oídos ante la curiosa mirada de su compañera, que parecía no oír nada. Se giró en redondo. El resto de críos jugaban ajenos a aquel irritante sonido, que le estaba provocando dolor de cabeza. ¿Qué narices?

Se despertó sobresaltado, con un gemido ahogado en su garganta. Parpadeó con el corazón a mil. Comprobó que seguía en su cama y que lo que sonaba era su despertador. Lo apagó con un gesto frustrado y corrió hacia el espejo del baño. Se miró una y otra vez. Volvía a ser él. Volvía a ser Derek. Suspiró, en parte aliviado, en parte molesto. Su sueño parecía mucho más bonito y, sin duda, entretenido de lo que sería su día hoy. Porque ahora sí que dudaba de que realmente pudiera pasar algo interesante en su primer día de clase. No obstante, después de esta experiencia vivida en su fase REM, una especie de entusiasmo había anidado en su interior y encaraba el inicio de curso como algo diferente. Esperaba que fuera a mejor.


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La verdad es que me ha quedado super larga, no esperaba que fuera a escribir tanto jaja. Algunos me habéis pedido que regrese con esta iniciativa, así que espero que sigáis tan activos como hasta ahora, compartiendo lo que escribís :) Los personajes se publicarán los viernes de cada dos semanas, os dejo por aquí abajo la fecha del siguiente. ¡Os espero! Recordad dejar vuestra historia en un comentario de este post.


PRÓXIMO PERSONAJE 23 OCTUBRE

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