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miércoles, 7 de febrero de 2024

"La jarra de Pandora", Natalie Haynes

Título: La jarra de Pandora

Título original: Pandora's Jar: Women in the Greek Myths

Autora: Natalie Haynes

Idioma original: inglés

Editorial: RBA

Año de publicación: 2024

Páginas: 352

Sinopsis: Los mitos griegos, protagonizados por divinidades, héroes, heroínas y monstruos, son una de las fuentes culturales más fértiles de la civilización occidental. Y como tradición, todas sus historias tienen diferentes versiones y variantes que cambian y evolucionan a lo largo del tiempo. En esta obra tan lúcida como mordaz, Natalie Haynes analiza esta transmisión de las narraciones en manos masculinas que, con monótona frecuencia, excluye de la ecuación a las mujeres. A partir de una serie de grandes protagonistas femeninas de la mitología griega, Haynes recupera las raíces sobre las que se asentaron sus historias para explicarlas en todo su alcance y entender por qué se distorsionaron algunos de los elementos que conformaban sus hazañas. El resultado es un extraordinario y riguroso relato que subsana los descuidos y excesos, y pone a estas heroínas en su original y merecido lugar.

*Escrita originalmente para Librería Áurea
Seguro que todos conocemos, en mayor o menor medida, la mitología griega. A pesar de la distancia que nos separa de los griegos clásicos, sus historias han llegado hasta nuestros días y sus dioses y héroes forman parte de la cultura popular, llegando a representarse sus mitos en la literatura y el cine más actual. Pero en lo que quizá no nos hayamos fijado, a menos que nos dé por analizar con una mirada crítica esos relatos, es que los protagonistas indiscutibles de los mismos siempre son masculinos. Todos ubicamos a Ulises y sus hazañas en su vuelta a Ítaca; a Jasón y sus argonautas en la búsqueda del vellocino de oro; a Aquiles y su heroicidad en la guerra de Troya. Pero lo único que conocemos de Penélope es que es la esposa perfecta por esperar a su marido durante veinte años con fe en que regresaría; de Medea que ayudó a Jasón por amor; de Helena que provocó una guerra por su egoísmo al abandonar a su marido para fugarse con Paris. Sin embargo, estas tres mujeres fueron mucho más que esa figura superficial que o bien adorna los relatos como un trofeo para el héroe o bien son la encarnación del mal y las que han provocado la tragedia en primer lugar.

Los mitos evolucionan con el paso del tiempo y ya en su época existían diferentes versiones de los mismos, pero lo único que ha permanecido inmutable (con honrosas excepciones) es el machismo que los impregna. Es por esto que Natalie Haynes (autora también de una novela de corte feminista, Las mil naves), ha querido recuperar en este ensayo a diez mujeres relevantes de la mitología griega cuyas historias han sido contadas miles de veces para comparar cómo eran vistas por los griegos en la antigüedad y cómo su percepción se ha ido deformando (e incluso volviéndose aún más misógina) con el paso del tiempo. Tal y como dice la autora, "todo mito contiene en sí mismo muchas cronologías: el momento en que se crea, el momento en que se cuenta, y cada vez que se vuelve a contar la historia después. […] Qué versión de la historia decidimos contar, qué personajes situamos en primer plano, a cuáles dejamos que se esfumen en las sombras: todo ello es el reflejo de quien lo cuenta y quien lo lee".

Comenzamos el libro con Pandora, una mujer conocida por ser la que abrió la famosa caja y extendió todos los males por el mundo, excepto la esperanza. La culpable de todo el sufrimiento del mundo tenía que ser, cómo no, una mujer. Sin embargo, si analizamos las diferentes versiones del mito de Pandora, no hace falta ahondar mucho para descubrir que ella en realidad es una herramienta creada por los dioses como venganza. Cuando el titán Prometeo roba el fuego para entregárselo a los humanos, Zeus decide contrarrestar ese regalo con una calamidad para equilibrar las cosas. Es por esto que, con ayuda de Atenea y Hefesto, crea a Pandora, una mujer hermosa que con su caja (que en realidad es una jarra, de ahí el guiño que hace Haynes con el título) traerá las mayores desgracias al mundo de los mortales. Por lo tanto, Pandora es solo una herramienta sin libertad ni voluntad que ha sido creada por los dioses para vengarse de Prometeo. Ella no puede ir en contra de los dioses y negarse a su destino (el propio titán con su acto de bondad hacia los humanos ya ha demostrado de sobra lo que pasa cuando soliviantas a un dios) y sin embargo, lo que ha perdurado en la memoria colectiva es que Pandora es una mala mujer que con su egoísmo y su curiosidad (la curiosidad femenina no estaba demasiado bien vista) ha provocado un dolor indecible a los hombres. Incluso el propio Hesíodo considera que Pandora es el origen de la raza letal de las mujeres. A pesar de todos los factores que influyen en la liberación de las desgracias de la jarra y de que es, precisamente, la disputa pueril entre dos hombres (Zeus y Prometeo) la que lo provoca en primer lugar, es Pandora la que ha quedado para la posteridad como la personificación de la maldad.

Yocasta, sin embargo, no es conocida por méritos propios, sino por la maldición que pesa sobre su esposo (e hijo, como descubrimos posteriormente) Edipo, quien, sin saberlo, mata a su padre Layo y se casa con su madre. Este mito se centra en la desgracia que supone para el propio Edipo descubrir la profecía que pende sobre él y que termina cumpliéndose de una forma horrible y dramática. Pero poco se habla del sufrimiento que todo esto causa a Yocasta incluso mucho antes de que las palabras del oráculo se cumplan. Le arrancan a Edipo de sus brazos cuando es apenas un bebé y tiene que vivir con esa pérdida. No solo eso, sino que ella demuestra su inteligencia al ser la primera en atar cabos y darse cuenta de que está casada con su hijo y, como resultado, se ahorca en su habitación (en otras versiones sigue viva) mientras Edipo sigue en el centro del escenario tratando de dilucidar qué es lo que está ocurriendo. Yocasta ha perdido a su hijo, a su primer marido y ahora, por segunda vez, ha vuelto a perder a ambos en la figura de Edipo. Pero a nadie parece importarle su dolor porque parece que el único que tiene derecho a sufrir es Edipo.

Seguimos con Helena, el epítome de mala mujer y mala esposa, la única responsable de la cruenta guerra entre griegos y troyanos por su egoísmo al fugarse con Paris. Que fuera sexualizada desde que era una niña (a todos los hombres les impresionaba su belleza desde temprana edad), que fuera presumiblemente secuestrada por Paris y que todo ello fuera en realidad una estratagema de los dioses (recordemos que Hera, Atenea y Afrodita hicieron una competición para decidir quién era la más bella y la diosa del amor le prometió a Paris la mano de Helena a cambio de escogerla a ella) es secundario para esta historia. Helena ha ido pasando de hombre a hombre como si fuera un trofeo y ha sido tratada como un objeto casi desde su nacimiento. Además, si nos remontamos al origen de la guerra de Troya, la realidad es que fue esa absurda competición entre diosas la que la provocó en primer lugar. El secuestro de Helena y la posterior lucha fue una consecuencia directa de la vanidad divina. Sin embargo, en la cultura popular cuando se piensa en una de las guerras más devastadoras de la antigüedad, automáticamente nos viene a la mente la pérfida Helena, que provocó un derramamiento de sangre sin precedentes a causa de su egoísmo y su infidelidad.

Medusa es conocida por ser una gorgona despiadada que convierte a sus enemigos en piedra solo con mirarlos. Como toda historia de "villana", la de Medusa comienza cuando esta es violada por Poseidón en el templo de Atenea. Atenea, en vez de vengarse del dios por profanar un lugar sagrado, decide castigar a Medusa (la sororidad una vez más brillando por su ausencia) convirtiendo su pelo en serpientes. Este acto también se ha interpretado como un regalo por parte de la diosa, pues así la gorgona deja de ser tan atractiva para los hombres y sus recién adquiridos poderes le sirven para defenderse (personalmente, me gusta más esta versión). Así pues, convertida ahora en un monstruo, envían a Perseo a acabar con ella y traer su cabeza como prueba de su hazaña. Una vez más, el trasfondo de Medusa queda olvidado para centrarnos en lo verdaderamente importante: la heroicidad de su asesino.

Por suerte, las amazonas salen relativamente mejor paradas (aunque tampoco mucho). Son guerreras audaces, valientes, tan capaces como los hombres. En la antigüedad eran respetadas y tratadas como iguales, hasta el punto en que una de las más conocidas y admiradas era Pentesilea, la reina de las amazonas que combatió contra el mismísimo Aquiles en la guerra de Troya. No obstante, una de las características que más ha perdurado, y que hace que su imagen actual no sea tan halagüeña, es que las amazonas eran una tribu de mujeres y eso ha tornado en la creencia de que odiaban a los hombres. Esto ha hecho que en versiones más modernas, esa imagen poderosa de las amazonas se haya ido diluyendo poco a poco y cambiando algunas partes de su historia, como por ejemplo convirtiendo la admiración mutua de Pentesilea y Aquiles en un enamoramiento y, posteriormente, en una degradación sexual hacia ella.

Clitemnestra, por su parte, es retratada como una mujer hambrienta de poder que ha reinado durante diez años mientras su esposo Agamenón luchaba en Troya. Al regreso de este, lo asesina a sangre fría, así como a su amante, Casandra, una extranjera a la que se ha traído a casa como botín de guerra. Detrás de esta mujer frívola se oculta, en realidad, una madre que ha tenido que soportar cómo Agamenón sacrifica a su hija Ifigenia a los dioses. Clitemnestra ha esperado durante años a que su esposo regresara de la guerra para vengarse por esa atrocidad, planeando con cuidado su venganza y gobernando sus tierras como lo haría cualquier rey, lo que demuestra su inteligencia y, sobre todo, su paciencia. Agamenón no solo ha matado a su hija como a un animal, sino que encima el día que vuelve a su hogar, lo hace acompañado de una mujer a la que ha secuestrado para hacerla su amante, con indicaciones de que Clitemnestra la trate como una más de la familia. ¿Es el acto criminal de Clitemnestra proporcional a la agonía que le ha causado su esposo durante todo este tiempo? ¿O es solo una reina despechada? Sea como fuere, lo cierto es que su dolor suele minimizarse y la imagen que proyecta es la de una esposa vengativa, celosa e irracional, ya que parece que la vida de Ifigenia tiene menos valor que la de un rey.

Eurídice y Orfeo probablemente tengan la historia más romántica de toda la mitología. Eurídice muere muy joven al ser mordida por una serpiente y Orfeo no duda en descender al Inframundo para traerla de vuelta. Perséfone se lo concede, a cambio de que salga del Inframundo sin mirar hacia atrás para comprobar si Eurídice le sigue. Sin embargo, Orfeo no puede evitar la tentación de comprobar que su amada esté bien y esa será su perdición, pues su impaciencia hará que pierda a su amada para siempre. Tal y como apunta la autora, "si la amara menos, o sin tanta intensidad, podrían salir y ser libres para vivir y amar de nuevo, para disfrutar del matrimonio que se interrumpió el día de la boda. Pero si la hubiera querido menos, él nunca habría emprendido ese terrible viaje al inframundo para reclamarla". Este sacrificio por amor hace que, una vez más, el foco se ponga en Orfeo, el hombre que estaría dispuesto a hacer cualquier cosa por salvar a su mujer. Pero, ¿y qué pasa con Eurídice? ¿Cuáles son sus sentimientos al respecto? ¿Qué supone para ella haber muerto tan joven y estar en el reino de los muertos? ¿Acaso alguien le pregunta si quiere regresar? Cuando Orfeo se da la vuelta y la pierde para siempre, nos centramos en el sufrimiento que eso le causa a él, pero ¿y el horror de Eurídice cuando ve desaparecer su única oportunidad por culpa de la impaciencia del esposo? Sí, la decisión de Orfeo es fruto del amor y una heroicidad, pero olvidamos rápidamente que en esta historia hay dos protagonistas porque parece que importa más la hazaña de él, que el dolor de ella.

Otra tragedia es la de Fedra, esposa de Teseo, el héroe que venció al Minotauro. Fedra se enamora de su hijastro Hipólito y al no ser correspondida, deja una nota acusándolo de violación antes de ahorcarse. Su proceder refuerza, en cierto modo, la creencia de que las mujeres falsean agresiones sexuales para castigar a hombres inocentes. Pero, ¿cuál es la historia detrás de Fedra? Ha vivido rodeada de mujeres que han sido traicionadas por hombres en los que se suponía que debían confiar: su madre, Pasífae, fue castigada por Poseidón como venganza por haber sido engañado por Minos, su esposo, provocándola un amor descontrolado por un toro que la llevó a la zoofilia y a dar a luz al monstruo del Minotauro; su  hermana mayor, Ariadna, se arriesgó para ayudar a Teseo a salir vivo del laberinto de Cnosos y a cambio fue abandonada en una isla. No es de extrañar que sus referentes no sean los mejores. Teseo, para quien Fedra es su segunda opción después de abandonar a su hermana, tiene un amplio historia de violencia sexual atendiendo a todas las mujeres con las que ha estado a lo largo de su vida. Y como él, ningún héroe ni hombre de los mitos griegos queda limpio de condena. Y aun así, lo que se destaca de Fedra es que acusa falsamente a su hijastro de violación. Parece importar más la denuncia de algo que nunca ocurrió, que las cientos de violaciones ampliamente documentadas (y suavizadas) a lo largo de los siglos. Y no solo eso, sino que en la obra de Eurípides queda reflejado que el amor antinatural que siente Fedra por su hijastro es fruto de, una vez más, la venganza de Afrodita contra Hipólito porque este prefiere a la diosa Artemisa en vez de a ella. Es decir, de nuevo se culpa a Fedra de ser una mala mujer, mala esposa y mala madre por un amor que no puede evitar porque ha sido infligido por un dios, por un amor que, de hecho, la consume y la destroza.

Medea se nos presenta como una poderosa bruja y serán sus habilidades y su inteligencia lo que le abrirá un hueco en la tripulación de Jasón y sus argonautas. Eso, y que es la hija del hombre que custodia el vellocino de oro, el objetivo de los argonautas. Será su magia y su valentía la que, según los mitos, permitan a Jasón llevar a cabo su misión con éxito. De hecho, si no fuera por ella más que una aventura habría sido una tragedia, dado que su poder termina siendo clave para decantar la balanza de la victoria. Medea no es una mujer indefensa que necesita ayuda para lograr sus objetivos: al contrario, es una bruja temida y respetada que es capaz de valerse por sí misma y que, además, se revela como figura clave para la supervivencia de los argonautas y para que Jasón alcance su estatus de héroe mediante el robo del vellocino de oro. Pero Medea también tiene un lado vulnerable y lo muestra cuando Jasón la abandona a ella y a sus dos hijos en un país extranjero para irse con otra mujer. No puede regresar a su casa ya que ha traicionado a su familia por Jasón. Después de todo lo que ha hecho por él, Jasón la desprecia en busca de un matrimonio muy ventajoso y será ante esta humillación y desesperación que Medea tomará una decisión horrible: enviará a sus hijos a la muerte para causarle el mismo dolor que ella ha sufrido. Absolutamente nada justifica el sacrificio de sus propios hijos, pero cuando se habla de Medea como ejemplo de mala madre, tiende a obviarse todo el trasfondo que hay detrás y que, en cierta medida, le "obliga" a tomar semejante decisión, decisión a la que, obviamente ella tampoco es inmune.

Haynes cierra su ensayo con la mejore elección posible, Penélope, el ejemplo por antonomasia de cómo debe ser una mujer: sumisa, fiel, callada, y que pone a su marido por encima de todo. Penélope ha pasado más tiempo sin Ulises (veinte años) que con él. Ni siquiera sabe si ha muerto en Troya, pero su fe inquebrantable por su regreso no decae incluso aunque los pretendientes la atosiguen y mengüen sus recursos. Pondrá en práctica una estratagema propia de las esposas perfectas, tejer un sudario para su suegro. Engaña a sus pretendientes alegando que, cuando el sudario esté terminado, escogerá a uno de ellos. Sin embargo, sabe que cualquier elección causará conflictos políticos y, además, sigue creyendo firmemente en que Ulises volverá, por lo que cada noche deshace la labor y vuelve a empezar. Penélope es el epítome de la paciencia, la perseverancia y la fidelidad, pues espera a su marido durante veinte años cuidando mientras tanto de su reino y sus intereses. Se podría decir que, de todas las figuras femeninas que aparecen en la mitología griega, es la que sale mejor parada. Pero eso no es necesariamente algo positivo, ya que las cualidades que se destacan de ella son su devoción por su marido, el cómo antepone sus intereses incluso a su propia seguridad y su sumisión.

La jarra de Pandora expone una realidad sobre los mitos griegos y que, por ende, influye en nuestra cultura actual y es el machismo de los mismos. Pese a que estamos más que acostumbrados a escuchar esas historias en el imaginario colectivo y a verlas representadas una y otra vez en cine, literatura y arte, es habitual no detenernos demasiado a analizar estas leyendas y a no cuestionarnos por qué Zeus es el dios todopoderoso y Hera la esposa celosa, en vez de mostrar al rey de reyes como el infiel manipulador que realmente es. Este ensayo es magnífico para pararnos un momento a pensar qué hemos asimilado de la mitología grecolatina y seguramente para muchos lectores supondrá poner sobre la mesa una problemática en la que nunca antes habían pensado.

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