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miércoles, 3 de abril de 2024

"Todas las hadas del reino", Laura Gallego

Hace casi diez años (¡se dice pronto!) escribí por primera vez una reseña de esta novela que podéis leer aquí. Mi intención tras releer este libro de cara a la publicación de su segunda parte era revisar dicha reseña y completarla con algunos datos o modificar algunas cosas. Sin embargo, aunque mantengo mucho de lo que dije en su momento, otras tantas han cambiado y no quiero borrar por completo las opiniones de la Kurenai de aquel entonces, por lo que he decidido escribir una nueva y mantener la antigua. Creo que así es mucho más interesante porque se puede ver cómo ha evolucionado mi opinión al respecto ✨

Título: Todas las hadas del reino (#1)

Autora: Laura Gallego

Saga: Todas las hadas del reino

Idioma original: español

Editorial: Montena

Año de publicación: 2015

Páginas: 477

Sinopsis: Camelia es un hada madrina que lleva trescientos años ayudando con gran eficacia a jóvenes doncellas y aspirantes a héroe para que alcancen sus propios finales felices. Su magia y su ingenio nunca le han fallado, pero todo empieza a complicarse cuando le encomiendan a Simón, un mozo de cuadra que necesita su ayuda desesperadamente. Camelia ha solucionado casos más difíciles; pero, por algún motivo, con Simón las cosas comienzan a torcerse de forma inexplicable…


Camelia es una de las siete hadas que decidieron convertirse en madrinas para ayudar a los humanos a cumplir sus deseos gracias a su magia. De sus compañeras, es la más organizada, la más capaz, la que más índice de buenos resultados obtiene y la más trabajadora, lo que implica, a su vez, que es la que más ahijados tiene a su cargo, pues es incapaz de negarle su ayuda a nadie. Su abnegación y su afán de ayudar a sus protegidos hace que apenas pueda dormir, que esté constantemente cansada y al borde del colapso, pero aun así, no puede evitar aceptar el encargo de una de sus compañeras. Resulta que el ahijado de Orquídea, Simón, se ha enamorado de la princesa Asteria, siendo él poco menos que un caballerizo encargado de las cuadras de la realeza. Camelia ya ha tenido éxito logrando que alguien del pueblo terminara casado con alguien de la familia real (su último ahijado, sin ir más lejos), por lo que Orquídea confía en que también será capaz de llevar a buen término este romance que, en principio, parece abocado al fracaso. Incapaz de negarle a nadie que lo necesite su magia, Camelia acoge a Simón bajo su seno, pese a que le faltan horas al día para atender a todos sus protegidos, y se pondrá manos a la obra para lograr que la princesa Asteria se fije en él. No obstante, de todos los niños a su cargo el deseo de Simón es, con diferencia, el más complicado de cumplir, por lo que, sin apenas darse cuenta, volcará todos sus esfuerzos en este y en su amor imposible, dejando de lado sin pretenderlo al resto de sus ahijados. Lo que comenzará como un reto para el hada madrina, irá drenándola poco a poco hasta llegar a un punto de no retorno en el que su vida cambiará para siempre.
Desde que se convirtió en hada madrina, Camelia se ha dedicado en cuerpo y alma a sus protegidos. Incluso cuando sus deseos eran casi imposibles de realizar o eran ciertamente cuestionables, ella se ha mantenido inquebrantable a su lado, alentándolos, ayudándolos a crecer y madurar y, por supuesto, poniendo su magia a su servicio para hacerlos felices. Hasta ahora, nunca ha fallado en su cometido y eso le ha dado fama de ser una de las mejores, por su resiliencia, entrega y tesón. Aunque se siente agotada porque las diferentes situaciones de sus ahijados actuales son bastante complicadas y apenas tiene tiempo de respirar, cuando su amiga y madrina Orquídea le pida ayuda para su protegido Simón, Camelia no puede negarse. El joven caballerizo se ha enamorado de una princesa y ese enamoramiento tiene todas las papeletas para acabar en un corazón roto, pero la propia Camelia ya ha tenido éxito con anterioridad en esta clase de romances, por lo que decide aceptar a Simón bajo sus alas y ayudarle en lo posible. Sin embargo, la complejidad de este último deseo superará con creces las habilidades de Camelia, quien deberá preparar un minucioso plan para llevar a cabo el encuentro entre Simón y su amada Asteria, por lo que sin percatarse de ello, descuidará al resto de sus protegidos, lo que provocará malentendidos, despistes constantes por parte de la siempre infalible hada madrina y, en última instancia, el inevitable debilitamiento del vínculo que mantiene con ellos.

Simón es un muchacho de corazón noble y bueno que trabaja en las caballerizas reales de Vestur. Es el encargado de cuidar y mantener en buen estado los caballos de la princesa Asteria y de su hermana menor Delfina, por lo que, pese a apenas tener contacto con las mismas, se ha quedado completamente prendado de Asteria. Sabe que su amor es imposible porque alguien de la realeza jamás se fijaría en alguien como él, por eso está dispuesto a hacer lo que sea para que Asteria sepa de su existencia. Junto a su hada madrina, seguirá a rajatabla sus consejos y sus planes en pos de conquistar a la princesa y no se dejará vencer por la desolación. No obstante, los propios deseos de Asteria hacen que todo se dificulte aún más. La princesa ha expresado su negativa a casarse con nadie (sea noble o plebeyo); no quiere saber nada de matrimonios y no tiene ninguna intención de involucrarse románticamente con nadie. Camelia, sabiendo que esto hace que Simón tenga aún menos posibilidades, consigue, muy a su pesar, que Asteria ponga en marcha una queste para que cualquier hombre que quiera su mano pueda participar. La prueba de valor consiste en encontrar el Espejo Vidente, un objeto mágico que permite ver cualquier cosa y que es muy difícil de conseguir. Asteria cree que, de esta forma, evitará el matrimonio porque está convencida de que nadie, por muy valiente que sea, logrará hacerse con el Espejo. Pero Simón, alentado por esta oportunidad de convertirse en pretendiente sin importar su clase social y por el hecho de contar con la ayuda de su hada madrina, no se dejará persuadir por lo complicado de la misión y se lanzará de cabeza a buscar el objeto mágico pese a las advertencias de Camelia, que conoce no solo el Espejo, sino también su ubicación y, por lo tanto, el peligro mortal que esconde esta misión. Simón es un personaje que me cayó mal la primera vez que leí el libro y al que no he vuelto a soportar en esta relectura. Su enamoramiento por Asteria no tiene fundamento ninguno dado que no la conoce, más allá de contemplarla a lo lejos cuando la princesa acude a por su caballo. Se ha encaprichado de ella por su aspecto físico y por la visión idealizada que tiene de la misma, pero no sabe cuál es su verdadera personalidad detrás de su fachada de princesa, ni cuáles son sus gustos, su forma de pensar, nada. Está prendado de un espejismo y, aun así, está dispuesto incluso a morir por Asteria. Entiendo que es un adolescente y que siendo su primer amor, este le haya afectado con tanta intensidad, pero es que en ningún momento se para a pensar realmente acerca de sus sentimientos y de si tienen o no fundamento. Incluso aun teniendo a Camelia a su lado, quien intenta infundirle un poco de sensatez y explicarle que su deseo no es tan fácil de cumplir y que debería bajar los pies a la tierra, Simón apenas la escucha y los únicos consejos que acepta de su madrina son aquellos que le acercan más a su objetivo.

Tampoco he entendido muy bien la actitud de Camelia con respecto a este ahijado. Si bien su cometido principal es cumplir los deseos de los humanos a su cargo, también lo es, en cierto modo, educarlos y hacerles entender que la magia no lo puede todo y que algunas de sus peticiones no son en absoluto razonables: en definitiva, ayudarles a cumplir sus objetivos pero siempre desde una perspectiva cabal y que les haga crecer como personas. Sin embargo, toda esa racionalidad que muestra con los demás, desaparece desde el principio con Simón. Aun sabiendo que lo que siente por Asteria es un capricho y nada más, hace todo lo posible por ayudarle a conseguir su amor por un deseo totalmente egoísta que, además, ignora por completo los sentimientos de la propia princesa. Asteria no quiere marido, solo una vida tranquila en la que poder elegir de quien enamorarse, pero Camelia no duda en ignorar este hecho para ofrecérsela en bandeja a su ahijado y forzar encuentros entre ellos. Sí, es cierto que intenta disuadirle en diversas ocasiones y se esfuerza en hacerle entrar en razón, pero el problema de Simón no es un problema real: no es como si fuera un amor imposible porque ambos se quieren pero no pueden estar juntos por haber nacido en estratos sociales diferentes; no, simplemente es un plebeyo que se ha "enamorado" de una princesa a la que no conoce de nada por su atractivo físico y su amabilidad. Por eso era un poco frustrante la actitud complaciente de Camelia porque al resto de ahijados los ayudaba de una forma razonable al tiempo que les inculcaba un poco de sensatez y les educaba sobre las consecuencias de sus actos y sus deseos; sin embargo, en el caso de Simón atiende sus súplicas sin pararse a valorar realmente el egoísmo del mismo y, como he comentado más arriba, ignorando por completo los sentimientos de Asteria.

Todo esto deriva en un cambio radical que se da en los personajes y su dinámica más o menos en la mitad, por lo que pasamos de un cuento de hadas a una historia de brujas (literalmente). Este cambio me gustó mucho porque le da un giro inesperado a la novela que la vuelve mucho más oscura y compleja. No obstante, el motivo por el que ocurre me parece absurdo y, una vez más, carente de fundamentos. A lo largo del libro hay argumentos mucho más fuertes y válidos que pueden justificar perfectamente que se produzca este giro y que, de hecho, no solo la historia se mantendría igual, sino que tendría mucho más sentido que se produjera de esta forma. Sin embargo, la autora decide abogar por el sentimentalismo y unas emociones surgidas de la nada entre dos personajes con una diferencia tanto en la edad como en la mentalidad abrumadora que, desde un punto de vista racional, debería haber impedido el surgir de ciertos sentimientos. Como digo, este giro da pie al resto del libro, por lo que la segunda parte no la disfruté especialmente dado que está basada en las consecuencias del mismo. Como he comentado, esta segunda mitad tiene un tono bastante más oscuro y siniestro donde además de hadas madrinas entran brujas en acción y donde se nos presenta un nuevo personaje que será clave a partir de este instante.
Por otro lado, he echado en falta que las compañeras de Camelia tuvieran más presencia. A pesar de que las hadas madrinas se reúnen una vez cada siete años y parecen estar bastante unidas, a la hora de la verdad son muy individualistas y cada una lleva su carga con sus protegidos sola y como puede. Habría sido interesante ver un poco más de sororidad entre ellas y que cuando alguna tuviera un problema especialmente complicado de resolver, pudiera contar con las demás para escuchar sus consejos y aprender de cómo cada una de ellas se enfrentó en su momento a una situación similar. Además, el resto de madrinas también tienen personalidades muy definidas e interesantes que me habría gustado explorar: Lila es la más inocente de todas y la que ve bondad en todas las cosas, pero a su vez es la más torpe y eso le ha causado algún que otro percance; Dalia parece estar cansada de los humanos y más que una madrina, se siente como una herramienta dotada de magia que nunca recibe agradecimiento por su labor, por lo que se plantea seriamente si su trabajo merece la pena; Orquídea es la más presumida y lo que más le gusta de ayudar a sus ahijados es el mérito que ello conlleva y las consecuentes fiestas, invitaciones y conexiones con la realeza que muchas veces implican sus acciones; y por último tenemos a Gardenia, el único hada que no tiene protegidos y que ha envejecido (a pesar de que por las hadas no pasa el tiempo) debido a, según las malas lenguas, haberse enamorado de un mortal. Por otro lado tenemos a Magnolia que comenzó siendo un hada madrina pero que, debido a diversos problemas con los humanos, ha terminado convertida en bruja.

También quiero destacar a Ren, el Ancestral. Los Ancestrales son animales sabios e inmortales que pueden adoptar forma humana y que viven en los bosques. Procuran mantenerse ocultos y no inmiscuirse en asuntos mortales, pero Ren siente un profundo aprecio por Camelia y será su gran amigo y apoyo cuando esta lo necesite. Será el primero que la advierta de que está empleando demasiada energía en ayudar a Simón y que eso le traerá consecuencias a la larga, pero esta no le escuchará creyendo que su labor y su implicación son más importantes que su propio bienestar. A pesar de todo, se mantendrá firme a su lado hasta el final, incluso aun cuando le gusta desaparecer durante largas temporadas y aunque nadie sepa muy bien cuáles son sus intenciones con respecto a Camelia ni de qué lado está, debido a su naturaleza ladina y misteriosa. Es uno de mis personajes favoritos, incluso aunque su presencia sea más bien puntual.

Lo que más destaca del libro son las constantes referencias a los cuentos de hadas y tanto en las circunstancias de los ahijados de Camelia como en los actos de las madrinas podemos ver los ecos de estas historias. Así pues, todos esos cuentos serían, en realidad, sucesos reales protagonizados por las hadas intentando ayudar a sus protegidos, aunque, como toda tradición oral, están distorsionados o se atribuyen milagros al hada equivocada. Me gusta cómo la autora entrelaza estos cuentos con su propia novela, ya sea cargándola de guiños o metiendo pequeñas historias narradas por Camelia en la misma. Se pueden apreciar alusiones por ejemplo a Cenicienta (con su ahijada Rosaura), Rapunzel (con su ahijada Verena), a la princesa y el guisante... y un sin fin más que es muy entretenido descubrir por tu cuenta mientras vas leyendo. Asimismo, la pluma de Laura Gallego, que siempre es una delicia sin importar si el libro me ha gustado más o menos, se adapta perfectamente al estilo que suelen llevar estos cuentos, por lo que te sientes como si Todas las hadas del reino fuera uno más de ellos escrito érase una vez.

En cuanto al final, es bastante agridulce. Es cierto que los personajes principales reciben su "felices para siempre", pero algunos son más amargos que otros y, además, en los últimos capítulos se desarrolla un romance que me dejó bastante insatisfecha. De hecho, ninguno de los romances que surgen en esta novela me convenció y eso que es uno de los aspectos que más me gusta de esta autora. Pero en este caso, ninguno de los sentimientos amorosos que florece entre sus páginas me pareció que tuviera una buena base y eran más bien enamoramientos nacidos fruto del azar, de la casualidad, de la estupidez de sus implicados o de la necesidad de la trama.
Todas las hadas del reino no es, desde luego, mi novela predilecta de Laura Gallego. Es más, recomendaría prácticamente cualquier libro suyo antes que este dado que, si bien mantiene la esencia de la autora con la que tanto me gusta reencontrarme y su prosa es una delicia igual que siempre, ni los personajes, ni la trama, ni el aspecto amoroso me han convencido del todo. Eso sí, si sentís nostalgia por los cuentos de hadas, quizá esta obra os haga rememorar vuestra infancia.

1 comentario:

  1. ¡Hola!

    Hace muchísimos años que leí este libro y leyendo tu reseña me has refrescado la memoria de por qué no me llegó a entusiasmar. Ojalá la segunda parte te guste más.

    Nos vemos entre páginas
    La vida de mi silencio

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