Autora: Victoria Álvarez
Saga: Hojas de dedalera
Editorial: Molino
Año de publicación: 2024
Páginas: 528
Sinopsis: Abandonada por su madre, Annabel Lovelace se ha visto obligada a vivir con su tío en un cementerio, donde descubre que es capaz de comunicarse con las almas en pena. Un don que, con el paso de los años, la convertirá en la médium más prometedora del Londres victoriano.
Cuando Victor Rosenfield, un joven lord asesinado a sangre fría, solicita su ayuda para cruzar al Otro Lado, Annabel le propone un trato: convertirse en su espíritu protector a cambio de sus servicios. Pero no todo el mundo verá con buenos ojos su alianza. Mientras se embarcan una historia de amor que les hará sentirse más vivos que nunca, el cerco de sus enemigos se estrechará a su alrededor y Annabel descubrirá que algunos secretos son más peligrosos que la propia muerte.
Annabel Lovelace ha sido perseguida por la muerte desde que nació. Una enfermedad del corazón incurable ha marcado su vida, teniendo que cuidar mucho su salud y sabiendo que sus días están contados. Además, a raíz de que su madre prostituta la abandonara, fue criada por sus tíos, quienes viven en el cementerio londinense de Highgate. Esta cercanía constante con el otro mundo hizo que Annabel desarrollara la capacidad de comunicarse con los muertos, un don con el que convive desde que era niña y lleva con relativa normalidad. Sin embargo, su tío, al percatarse de las cualidades de su sobrina, no dudará en explotarla y en sacarse un sobresueldo obligándola a contactar con los familiares de sus clientes. Los constantes abusos de este llevarán a que su tía huya a Londres con Annabel para alejarla de las garras de su esposo y poder empezar de cero.
La fama como médium de la joven crecerá exponencialmente, pues en la época victoriana el espiritismo estaba en auge. Además, Annabel ha demostrado que su don es real, no como el de aquellos charlatanes que piden exorbitantes sumas de dinero por consolar a sus clientes con mentiras, por lo que incluso la reina Victoria solicita sus servicios. Será en este contexto en el que conozca a Victor Rosenfield, el espíritu de un joven de clase alta que acude a ella buscando ayuda. Quiere desentrañar cómo murió y por qué, pues lo único que recuerda de ese fatídico día es que alguien le disparó en el pecho, pero no sabe quién fue su asesino, dónde sucedió y cuáles fueron los motivos de aquel trágico destino. A cambio, Victor ofrece convertirse en el espíritu protector de Annabel, es decir, un ancla entre el mundo de los vivos y de los espíritus que impida que la médium se pierda entre los muertos y le sea mucho más fácil regresar sana y salva. Annabel considera que es un buen acuerdo y cierra el trato. Además, su mejor amigo es inspector en Scotland Yard, por lo que tiene bastante fácil poder enterarse de todo lo relacionado con este espinoso asunto. No obstante, su investigación no será un camino de rosas y los asesinatos de Jack el Destripador, que tienen a toda la policía en vilo, complicarán su misión todavía más.
Annabel está más que a costumbrada a caminar entre la vida y la muerte. Por lo que, después del shock inicial al ver a su primer fantasma, no le costó demasiado asumir su don con naturalidad. Su capacidad real de comunicarse con los muertos permitirá que ella y su tía vivan cómodamente en Londres y que incluso pueda aceptar una ayudante, Ada, que también tiene habilidades espiritistas y que más que su empleada, es su mejor amiga. La exótica pero tranquila vida de Annabel se verá interrumpida cuando se aparezca ante ella el fantasma de Victor, un joven de alta cuna que lleva años vagando por el mundo de los vivos, pues no puede trascender al Otro Lado hasta averiguar cómo murió. Sus recuerdos de aquel día son muy vagos y no descansará tranquilo hasta descubrir la verdad. Annabel es la única que puede ayudarle, dado que ha intentado contactar con otras personas autodenominadas médium pero solo ella ha podido escucharle, así que se ofrecerá a cambio como su protector. Annabel recurrirá a su mejor amigo, Nathan, que trabaja como inspector en Scotland Yard, para que indague en los informes del asesinato de Victor y así empezar a tirar de los hilos de aquel extraño suceso. Y aunque Nathan accederá encantado, la investigación no será nada fácil dado que la policía en su totalidad tiene que lidiar con los asesinatos de Jack el Destripador que en ese instante tienen en vilo a todo Londres.
A Annabel la conocemos desde que era niña, una muchacha vulnerable y en una situación crítica debido al trabajo como prostituta de su madre. Fue criada desde que era muy pequeña por sus tíos, quienes no la apreciaban demasiado y la cuidaron por puro compromiso, dándole lo justo y necesario para sobrevivir. Hasta que su tío descubre que es una médium y, aunque no cree en absoluto en su don y lo considera más bien una fantasía de su sobrina, piensa que es lo suficientemente realista como para que sus clientes caigan en la trampa y embolsarse una buena suma de dinero. Annabel asumirá la explotación como otra parte más de su cotidianidad abusiva, hasta que sucede algo con su tío lo suficientemente grave como para que su tía Heather tome cartas en el asunto y huya con la niña del cementerio donde vivían hasta la capital londinense. Allí Annabel comenzará a trabajar como médium para pagarse las facturas y aprovechando el auge del espiritismo, lo que le permitirá vivir libremente, un privilegio que muy pocas mujeres (por no decir casi ninguna) tenían en aquella época. Annabel es una protagonista con mucho carácter, sin pelos en la lengua, que aprecia su independencia por encima de todo y que lucha con uñas y dientes para labrarse un futuro como mujer soltera, un sueño imposible de alcanzar para muchas. Por muy duro que sea su trabajo, es el que le da de comer y, además, también le permite aliviar el sufrimiento de familiares y fantasmas por igual. Así que lo que consideraba que era una maldición, ha aprendido a valorarlo y atesorarlo. Aunque me gusta su fuerza y ese constante componente feminista que aboga por la liberación de la mujer sumisa victoriana, es un personaje que también ha tenido sus contras. En varios momentos críticos de la novela muestra su lado más vulnerable disfrazándolo de pataleta infantil y enfados monumentales sin razón de ser con los que no conseguí empatizar. Por ejemplo, su mejor amigo, Nathan, al trabajar como policía en una de sus investigaciones descubre por casualidad algo del pasado de Annabel que ella había guardado con celo y no quería que él supiera. Cuando este le comunica que lo sabe, no como acusación sino para que estuviera al tanto de que esa información podría salir a relucir y ser leída por otras personas, Annabel se pone hecha una furia y deja de hablarle. Considera un ultraje que Nathan haya descubierto un secreto tan importante para ella, pero el punto es que él no lo investiga a propósito ni mucho menos, solo se topa con esa información por casualidad debido a su trabajo. Y por mucho que este intenta que ella entre en razón, Annabel, que es terca como una mula, se niega a escucharle y encima es Nathan quien termina pidiendo perdón.
Y lo mismo sucede con Victor. En un momento dado, este toma una decisión creyendo que es la mejor opción para Annabel, para evitarle un sufrimiento innecesario y porque, a la larga, es la única vía posible (algo con lo que yo estaba totalmente de acuerdo). Pues una vez más, sin atender a razones ni dejarle explicarse, Annabel se enfada muchísimo con él y le da de lado durante días porque, bajo su punto de vista, ella tiene razón y Victor está totalmente equivocado, aunque ni siquiera se ha parado a escuchar los motivos que le llevaron a hacer lo que hace. En definitiva, cuando un ser querido hace algo que le duele, aunque sea sin esa intención, Annabel no atiende a razones y se escuda en la ira sin tener un mínimo interés en permitir que la otra parte se explique y se justifique. Y aunque puede entenderse esta reacción debido a su pasado y todo lo que ha tenido que sufrir, su forma de gestionar su frustración y su dolor es muy infantil e, incluso, insoportable. Pero al margen de esto, es una protagonista que me ha gustado mucho.
En cuanto a Victor, es el típico chico que sabe que es atractivo, elegante, carismático y con dinero, y utiliza todas esas armas para seducir sin reparos a cualquier joven bonita que se le pone por delante. Es descarado, un truhan y volverá loca a Annabel en todos los sentidos. Pero tras esa fachada de seductor se oculta un hombre confuso, que no entiende por qué está muerto y al que le asusta haber perdido la memoria porque no sabe qué puede significar esa ausencia de recuerdos. Gracias a Annabel va recuperando poco a poco su identidad, visitando de nuevo los sitios que frecuentaba y reencontrándose con su familia, un camino doloroso pero necesario para desentrañar la verdad. Es uno de esos personajes con una fachada irritante e insoportable que oculta un gran corazón y que, aunque al principio lo disimule, haría lo que fuera por la médium. También es divertido, ingenioso, astuto y descarado, así que me encantó desde el principio. Es imposible no enamorarse de su forma de ser y la dinámica que tienen él y la joven es adictiva y magnética. Evidentemente, el vínculo entre ambos se hace cada vez más fuerte debido a que están ligados el uno al otro y, eventualmente, comienzan a enamorarse. Una relación romántica tortuosa debido a que él está muerto y ella no y con la que sufres de principio a fin porque no tienes ni idea de cómo la autora va a salir de este entuerto, solo que va a ser doloroso sin importar qué.
Y aunque el romance entre ambos me gustó mucho porque tiene la mezcla perfecta de ternura, escenas de cama (todas excelentemente escritas y muy apropiadas), dramatismo y suspiros de "ojala un Victor en mi vida", lo cierto es que me resultó muy precipitada. Es verdad que desde su primer encuentro hasta la escena en la que es evidente que saltan chispas hay un salto temporal de varios meses en los que su relación se afianza, pero nosotros como lectores no lo vemos. Por lo que pasamos del momento en el que se conocen al baile en el que se ve cómo surge algo entre ellos en apenas un capítulo, algo que a mí me resultó demasiado rápido y casi diría que más propio de un instalove. Por suerte, a partir de ahí la autora se lo toma con calma y esa atracción inicial se va desarrollando con lentitud y con un bonito slow burn, pero ese cambio tan repentino hizo que me costara más entrar en su dinámica.
Ada, la ayudante de Annabel, es, con diferencia, el mejor personaje del libro. Es una chica divertida y alocada, que se esfuerza por estar a la altura de su maestra y no decepcionarla. Está muy unida a la médium porque, al fin y al cabo, se podría decir que esta la rescató de una vida un tanto complicada y ahora, junto a ella, puede desarrollar y aprender de su don con total libertad. Más que profesora y discípula, son mejores amigas o incluso hermana mayor-hermana pequeña y se apoyan y ayudan la una a la otra sin ambages. Ada es el alivio cómico, la que siempre tiene ocurrencias, diálogos y actitudes que rebajan la tensión de la trama y le sacan al lector una sonrisa. Aun así, eso no significa que sea su único propósito en el libro, pues por encima de todo es un personaje muy bien construido con su propio peso sobre los hombros; un personaje del que te quedas con ganas de saber muchísimo más cuando cierras el libro. Es un terremoto divertidísimo y la relación entre ambas mujeres es uno de los puntos fuertes de esta obra. Me gusta mucho cómo Annabel le enseña no solo los pormenores del espiritismo, sino a ser una mujer fuerte con su propia independencia económica y emocional para no caer en la trampa de verse mantenida por un hombre. Annabel ha aprendido a las malas lo horrible que es no poder valerse por sí misma y va a hacer lo posible porque Ada no tenga que sufrirlo en sus propias carnes.
Por último tenemos a Nathan, el mejor amigo de Annabel que trabaja como policía en Scotland Yard y que es más que evidente que está prendado de la médium, aunque esta parezca (o no quiera) darse cuenta. Es un personaje bueno, amable y que apoya a su amiga incondicionalmente, incluso aunque eso le rompa el corazón. Tiene un corazón de oro y por eso muchas veces sufría al ver cómo se notaba que amaba a Annabel, mientras esta suspiraba por alguien que estaba muerto. De hecho, en mi cabeza que ella terminara con su mejor amigo era una posibilidad más que aceptada porque los dos también hacían una pareja muy bonita y Nathan la adora. Tanto Ada como Nathan, a pesar de ser secundarios brillan con luz propia y cada vez que salían a la palestra hacían del libro una historia mejor.
La ambientación en la Inglaterra victoriana ha sido impecable, tal y como nos tiene acostumbrados la autora. Los bailes, las ropas, las convenciones sociales, la etiqueta entre la clase alta, las costumbres y todo el contexto histórico que rodea esta época ayudan muchísimo a meternos de lleno en novela. Sin embargo, me he sentido muy decepcionada en lo que a la trama de Jack el Destripador se refiere. La obra transcurre a la par que los famosos crímenes del asesino serial y, de hecho, el propio Nathan los está investigando. Además, en varias ocasiones se da a entender que es probable que este hecho esté relacionado de alguna forma con la trama principal y es un tema en el que la autora insiste bastante a lo largo del libro. No obstante, al final esta subtrama se queda en nada. Y es una lástima porque se nota que la autora investigó al respecto y además a mí me parece un caso fascinante, por lo que me moría de ganas de saber cómo iban a encajar las piezas del puzle entre la misión de Annabel y el famoso asesino. Pero la realidad es que si Jack el Destripador no hubiera hecho acto de presencia, el libro no habría cambiado lo más mínimo, así que, en mi caso particular, siento que se creó un hype totalmente innecesario, e incluso diría que contraproducente, porque al darme cuenta de que eso no iba a ningún lado perdí el interés por completo.
Respecto a su pluma, también me he sentido un poco decepcionada. Solo me he leído un libro suyo previo a este y la forma en que estaba escrito me encandiló; no obstante, no ha sido el caso con Hojas de dedalera. Me ha dado la sensación de que su escritura aquí era mucho más inmadura, más superficial y menos pulida. Esta obra es, en realidad, una reescritura de una de sus primeras publicaciones, lo que me lleva a preguntarme si es que acaso no ha tocado nada del cómo la escribió en su momento, lo cuál explicaría por qué me ha parecido que su estilo no está a la altura de lo que yo esperaba, teniendo en cuenta que ya la había leído antes.
Pero, sin duda, lo peor de esta novela ha sido el cierre. En mi opinión, es la definición de deus ex machina. En los últimos capítulos, la autora se saca de la manga un enemigo final que explica como por arte de magia (nunca mejor dicho) todos los misterios que desconocemos en torno a la muerte de Victor. El rompecabezas de su asesinato solo se resuelve con una pieza final que era imposible conocer y deducir a través de las diferentes pistas o informaciones que hemos ido recopilando a lo largo de la lectura, lo que deja un poso amargo en cuanto a su resolución se refiere. No me ha gustado en absoluto porque considero que esa justificación no tiene razón de ser y que tira por la borda todo el desarrollo de la trama hasta llegar a ese punto. Eso sí, el cómo resuelve la tortuosa relación entre Annabel y Victor me dejó más que satisfecha, aunque fue como si me clavaran un puñal en el corazón.
Iba con muchísimas expectativas a la hora de enfrentarme a Hojas de dedalera porque Victoria Álvarez es una autora que me gusta mucho y porque todos sus lectores parecían adorar esta reescritura. Aunque ha tenido puntos fuertes como sus personajes y la trama principal, que no se indagara más en Jack el Destripador, el estilo de escritura y el final de la novela han jugado en su contra y me han impedido disfrutarla al máximo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario