Estoy muy, MUY ilusionada con esta novela. Es un libro que adquirí pensando que sería como mucho entretenido, que me leería tan solo para pasar un buen rato. Pero no. Me equivocaba. El hechicero accidental ha sido una sorpresa muy grata, me ha dejado boquiabierta y, aunque acaba de publicarse, estoy deseosa de que salga la segunda parte. Es una saga muy prometedora y estoy impaciente por saber cómo evoluciona.
Título original: The accidental sorcerer
Autora: K. E. Mills
Idioma original: inglés
Saga: El hechicero accidental
Editorial: La factoría de ideas
Año de publicación: 2015
Páginas: 432
Sinopsis: Gerald Dunwoody es mago, pero no especialmente bueno. Primero hizo saltar una fábrica por los aires y luego perdió el empleo. Cabe incluso la posibilidad de que no sea realmente un mago de tercer grado. Por suerte, un amigo con influencia le encuentra un puesto. Así que allá va, a la corte del rey Lional en New Ottosland, a ocupar el cargo de mago real. Sin embargo su ayudante, una pájara encantadora con un pasado misterioso, parece dudar. Pero no queda otra opción: o New Ottosland, o nada.
Para empezar, ¿qué mago inepto hace volar el solito una fábrica de varitas por los aires? Pues ni más ni menos que Gerald Dunwoody, este joven sin aparente intelecto y nacido bajo la estrella de la mala suerte. Trabaja como funcionario en el Departamento de Taumaturgia (al más puro estilo del Ministerio de Magia de la consagrada Harry Potter). Su misión es en apariencia sencilla. Tiene que ir a la fábrica de varitas más importante, más colosal, más preciada entre los magos para comprobar por qué no han llegado los últimos informes de seguridad. Descubre que la ausencia de estos se debe a la también ausencia de seguridad: los contenedores de energía taumatúrgica que dota a las mejores varitas existentes de su poder, están a punto de rebasar y poner en peligro aquel lugar. En un acto heroico, o eso cree él, logra contener esa energía pero no con la suficiente eficacia como para evitar que la fábrica explote.
Este incidente provoca su despido inmediato y que su "heroicidad" sea la comidilla de la comunidad mágica. Desesperado ante la idea de tener que volver a casa y encargarse del negocio familiar de sastre (¿quién querría contratarlo como mago después de aquello?), busca consuelo en su amigo Monk Markham, un brillante mago y también funcionario del Departamento. Este le encuentra un empleo un tanto alocado e irreverente como mago real en la corte de New Ottosland. Sin contar con el consejo de su pájara y consejera Reg (que en ese momento anda desaparecida) y ante la tentadora idea de ocultarse en un país lejano en mitad del desierto hasta que pase la tormenta y se olviden de la explosión, decide aceptar el trabajo, no muy convencido de ello pero sin más opciones que esa.
Los requisitos le parecen factibles y después de su fiasco en la fábrica de varitas, ser el mago de un rey es una opción excelente. Además, Reg siempre le critica por no ser más osado en la vida y por no tomar la iniciativa. ¿Qué mejor demostración de valentía que aquella? Aunque al principio cree que su tarea será fácil, cuando conozca al rey Lional el cuadragéisimo tercero y a sus hermanos, se dará cuenta de que va a ser peor de lo que imaginaba. La princesa Melissande y primera ministra de New Ottosland es una mujer terca, mandona, con las ideas muy claras y que necesita ayuda desesperadamente para detener las locas ocurriencias de su hermano Lional respecto a los kallarapis, un pueblo con el que llevan siglos manteniendo la paz y las rutas comerciales, y su empeño en modernizar el país a base de fuerza de voluntad, más que de otra cosa.
Melissande tratará de hacer entrar al rey en razón y Gerald, resignado, contribuirá a ello. Pero claro, un rey es un rey y Lional no se va a dejar amedrentar, por mucho que sus planes sean una locura absoluta. Su estatuto, según él, le da permiso para realizar cualquier acción independientemente de las consecuencias que esto pueda acarrear. En cuanto conoce a Lional, a Melissande y a Rupert, el tercer hermano, Reg, la malhumorada y charlatana pájara que siempre acompaña a Gerald, sabe que es un error haber aceptado ese trabajo y que la cosa acabará mal.
Lional el cuadragésimo tercero está convencido de que puede desarraigar a New Ottosland de sus antiguas costumbres (como llamar a todos los reyes Lional y a todas las princesas Melissande) así como de cambiar los tratados comerciales con los kallarapis para que sean más "justos", según su punto de vista, y más favorables para su reino. Y para ello hará lo imposible. Y Gerald tendrá que elegir de qué lado está.
La trama en sí no parece gran cosa y, en realidad, no lo es. No me malinterpretéis, es una buena trama pero no es de lo más original ni lo más destacable del libro. Lo que hace que El hechicero accidental sea genial son los personajes y el humor de Mills. Todos y cada uno de ellos son complejos, con sus inquietudes, sus personalidades bien definidas, sus sueños y sus creencias. No hay ninguno que flojée o que esté poco delimitado (excepto los muy secundarios, que obviamente no tienen relevancia ninguna). Gerald Dunwoody es la torpeza personificada pero con un corazón enorme. Es un mago que desea la grandeza, el ser reconocido y dejar de ser tan patético. Sin embargo, ha renunciado a sus sueños de gloria pues no llegará a nada siendo un mago de tercer nivel, el nivel más bajo. O eso cree él. Hasta que la explosión en la fábrica de varitas le dará la oportunidad de ser alguien. Es un personaje que me produce mucha ternura por su inocencia, su franqueza y la frustración que le produce el meter la pata o no poder hacer lo que él cree que es correcto.
Melissande, la princesa de New Ottosland y primera ministra, es una mujer con carácter, desastrosa en cuanto a vestimenta se refiere, terca como ella sola, decidida, sincera, arrolladora. Sus constantes conversaciones ariscas con Reg son de lo más divertidas, pues no se soportan la una a la otra. Es muy fuerte, una joven que sabe lo que quiere y no se deja amedrentar, uno de esos personajes que te gustan y punto. Quizá su cabezonaría puede sacarnos de quicio en alguna ocasión, pero de una forma razonable y que genera comprensión. Rupert, por su parte, es considerado el hermano tonto, el que no tiene cerebro y cuyo único objetivo en la vida es cuidar de sus amadas mariposas, su gran obsesión. Lional casi le desprecia por su estupidez y la sonrisa bobalicona siempre pegada en su rostro. Melissande le quiere muchísimo y le protege de la ira del rey. Aunque pueda parecerlo, no es en absoluto un personaje que provoque rechazo en el lector. Rupert tiene su encanto, derrocha ternura (como Gerald) y más de una vez me han dado unas ganas enormes de meterme en el libro y abrazarle porque me parece adorable. No os olvidéis de él, a pesar de su apariencia tiene mucho que decir.
Por último, tenemos a Lional. A pesar de que es despreciable, tiránico, obcecado y que abusa de su poder, no he sido capaz de odiarlo. En serio, no sé como lo hace Mills para que no haya sido capaz de aborrecer a ni uno solo de sus personajes, por muy horribles que estos hayan sido. Lional me hace bastante gracia por sus ocurrencias, su manera de comportarse, de hablar, los aires de superioridad. Me ha gustado y me ha gustado bastante. Es un hombre con muchas caras, con luces y sombras, complejo como el resto, quizá el que más.
El humor y el sarcasmo es evidente a lo largo de las casi quinientas páginas. La patética vida de Gerald nos hace reír. Más que su vida, cómo la trata él, sus comentarios, sus expectativas, sus cabezazos una y otra vez, las situaciones surrealistas en las que a veces se ve envuelto. Los diálogos entre Reg y Melissande han sido geniales, divertidos, las dos cascarrabias luchando en una diatriba verbal. La desesperación del mejor amigo de Gerald, Monk, ante los desastres de este también te sacan una sonrisa. O los irreverentes proyectos de Lional. La misma dosis de humor las encontramos de drama. Porque sí, este es un libro con tintes dramáticos que al final te hace sufrir y mucho.
La última parte de El hechicero accidental está cargada de acción. Una vez se inicia el desenlace, todo se desencadena de una forma veloz que no te dejará respirar, mientras tu corazón se encoje en un puño preguntándote qué pasará. Porque esa es otra cosa que me ha encantado de Mills, su capacidad para hacer que todo nos sorprenda. El final me ha dejado con la boca abierta. Impredecible. Poderoso. Adecuado. Ha sido una vorágine de sucesos que te pegarán al libro hasta que lo termines.
¿Debería leerlo?
No sé lo que deparará esta saga, si K. E. Mills conseguirá atraparme de la misma manera en el resto de sus novelas, pero sí sé que las leeré. Porque Gerald y compañía me han conquistado y han conseguido que un libro tan largo y con una letra relativamente pequeña (lo que se agradece pues eso repercute en el precio y no es caro) lo haya devorado en menos de una semana (teniendo en cuenta que mis ratos libres se reducen a paseos en el metro). Antes de terminar la reseña, destacar también la dura crítica política que se esconde dentro del libro, principalmente dentro del Departamento de Taumaturgia. El hechicero accidental tiene de todo.
Melissande tratará de hacer entrar al rey en razón y Gerald, resignado, contribuirá a ello. Pero claro, un rey es un rey y Lional no se va a dejar amedrentar, por mucho que sus planes sean una locura absoluta. Su estatuto, según él, le da permiso para realizar cualquier acción independientemente de las consecuencias que esto pueda acarrear. En cuanto conoce a Lional, a Melissande y a Rupert, el tercer hermano, Reg, la malhumorada y charlatana pájara que siempre acompaña a Gerald, sabe que es un error haber aceptado ese trabajo y que la cosa acabará mal.
Lional el cuadragésimo tercero está convencido de que puede desarraigar a New Ottosland de sus antiguas costumbres (como llamar a todos los reyes Lional y a todas las princesas Melissande) así como de cambiar los tratados comerciales con los kallarapis para que sean más "justos", según su punto de vista, y más favorables para su reino. Y para ello hará lo imposible. Y Gerald tendrá que elegir de qué lado está.
La trama en sí no parece gran cosa y, en realidad, no lo es. No me malinterpretéis, es una buena trama pero no es de lo más original ni lo más destacable del libro. Lo que hace que El hechicero accidental sea genial son los personajes y el humor de Mills. Todos y cada uno de ellos son complejos, con sus inquietudes, sus personalidades bien definidas, sus sueños y sus creencias. No hay ninguno que flojée o que esté poco delimitado (excepto los muy secundarios, que obviamente no tienen relevancia ninguna). Gerald Dunwoody es la torpeza personificada pero con un corazón enorme. Es un mago que desea la grandeza, el ser reconocido y dejar de ser tan patético. Sin embargo, ha renunciado a sus sueños de gloria pues no llegará a nada siendo un mago de tercer nivel, el nivel más bajo. O eso cree él. Hasta que la explosión en la fábrica de varitas le dará la oportunidad de ser alguien. Es un personaje que me produce mucha ternura por su inocencia, su franqueza y la frustración que le produce el meter la pata o no poder hacer lo que él cree que es correcto.
Melissande, la princesa de New Ottosland y primera ministra, es una mujer con carácter, desastrosa en cuanto a vestimenta se refiere, terca como ella sola, decidida, sincera, arrolladora. Sus constantes conversaciones ariscas con Reg son de lo más divertidas, pues no se soportan la una a la otra. Es muy fuerte, una joven que sabe lo que quiere y no se deja amedrentar, uno de esos personajes que te gustan y punto. Quizá su cabezonaría puede sacarnos de quicio en alguna ocasión, pero de una forma razonable y que genera comprensión. Rupert, por su parte, es considerado el hermano tonto, el que no tiene cerebro y cuyo único objetivo en la vida es cuidar de sus amadas mariposas, su gran obsesión. Lional casi le desprecia por su estupidez y la sonrisa bobalicona siempre pegada en su rostro. Melissande le quiere muchísimo y le protege de la ira del rey. Aunque pueda parecerlo, no es en absoluto un personaje que provoque rechazo en el lector. Rupert tiene su encanto, derrocha ternura (como Gerald) y más de una vez me han dado unas ganas enormes de meterme en el libro y abrazarle porque me parece adorable. No os olvidéis de él, a pesar de su apariencia tiene mucho que decir.
Por último, tenemos a Lional. A pesar de que es despreciable, tiránico, obcecado y que abusa de su poder, no he sido capaz de odiarlo. En serio, no sé como lo hace Mills para que no haya sido capaz de aborrecer a ni uno solo de sus personajes, por muy horribles que estos hayan sido. Lional me hace bastante gracia por sus ocurrencias, su manera de comportarse, de hablar, los aires de superioridad. Me ha gustado y me ha gustado bastante. Es un hombre con muchas caras, con luces y sombras, complejo como el resto, quizá el que más.
El humor y el sarcasmo es evidente a lo largo de las casi quinientas páginas. La patética vida de Gerald nos hace reír. Más que su vida, cómo la trata él, sus comentarios, sus expectativas, sus cabezazos una y otra vez, las situaciones surrealistas en las que a veces se ve envuelto. Los diálogos entre Reg y Melissande han sido geniales, divertidos, las dos cascarrabias luchando en una diatriba verbal. La desesperación del mejor amigo de Gerald, Monk, ante los desastres de este también te sacan una sonrisa. O los irreverentes proyectos de Lional. La misma dosis de humor las encontramos de drama. Porque sí, este es un libro con tintes dramáticos que al final te hace sufrir y mucho.
La última parte de El hechicero accidental está cargada de acción. Una vez se inicia el desenlace, todo se desencadena de una forma veloz que no te dejará respirar, mientras tu corazón se encoje en un puño preguntándote qué pasará. Porque esa es otra cosa que me ha encantado de Mills, su capacidad para hacer que todo nos sorprenda. El final me ha dejado con la boca abierta. Impredecible. Poderoso. Adecuado. Ha sido una vorágine de sucesos que te pegarán al libro hasta que lo termines.
¿Debería leerlo?
No sé lo que deparará esta saga, si K. E. Mills conseguirá atraparme de la misma manera en el resto de sus novelas, pero sí sé que las leeré. Porque Gerald y compañía me han conquistado y han conseguido que un libro tan largo y con una letra relativamente pequeña (lo que se agradece pues eso repercute en el precio y no es caro) lo haya devorado en menos de una semana (teniendo en cuenta que mis ratos libres se reducen a paseos en el metro). Antes de terminar la reseña, destacar también la dura crítica política que se esconde dentro del libro, principalmente dentro del Departamento de Taumaturgia. El hechicero accidental tiene de todo.
Y a mí aún no me ha llegado (creo, al final no he podido pasarme a correos a mirar xD). Ya sabes que el libro me llamó la atención y ver tu reseña es una pasada, me has dado ganas de poder empezarlo ya. A ver si llega porque estoy a nada de terminar el que estoy leyendo y hoy me toca barco xD
ResponderEliminarEn fin, me alegra que te gustara dragona <3
¡Un besín!
Sabes que no te voy a recomendar cualquier libro, vikinga. ¡Me ha encantado! Espero que a ti también te guste un montón. A ver si te llega prontito. Un beso, vikinga mia <3
Eliminar¡Hola Ghaaby! Gracias por comentar. Una lástima que no te llame, un beso :)
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