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jueves, 26 de enero de 2017

"El rumor del oleaje", Yukio Mishima

¿Qué tal esa semana? Yo hasta arriba con los exámenes finales, por eso no puedo entrar al blog tanto como me gustaría. Así que en la entrada de hoy, haré un poco de trampa. Como comenté en mi entrada de mis mejores lecturas, tuve que leer esta obra para la universidad y hacer una reseña. Ahora que está entregada y corregida, ¡os la traigo al blog! 


Título: El rumor del oleaje

Título original: Shiosai

Autor: Yukio Mishima

Idioma original: japonés

Editorial: Alianza

Año de publicación: 2004

Páginas: 197

Sinopsis: Considerada una de las más grandes y bellas historias de amor de la literatura, El rumor del oleaje narra el nacimiento y consumación del idilio entre dos adolescentes situados en un mundo arcádico, primitivo y elemental: una minúscula isla japonesa en la que sobrevive una comunidad de pescadores apartada de la civilización y donde se percibe por doquier el olor salobre del mar, la fragancia de las cuerdas de cáñamo, el humo invisible de las hogueras y el rumor de un oleaje azul intenso que todo lo circunda. Guiado por su admiración hacia el modelo humano y la tradición bucólica de la Grecia clásica, que era capaz de establecer una perfecta coincidencia entre la vida humana y la misteriosa belleza de la naturaleza, YUKIO MISHIMA (1925-1970) construye una muy hermosa novela acerca de uno de los temas perennes de la literatura.


Reconocido como uno de los mejores escritores de Japón, este novelista, ensayista y dramaturgo, nació en plena II Guerra Mundial. Se crio en una familia burguesa con antepasados samurái. Escribió una tetralogía titulada El mar de la fertilidad donde exponía su ideología, rebelándose contra la decadencia moral y espiritual que reinaba en su época. Tras enviar el último libro de esta saga a su editor, se suicidó mediante la técnica del harakiri.

Ambientada en los años 50, en una pequeña isla de pescadores llamada Utajima, Shinji trabaja duro para poder mantener a su madre y hermano puesto que, tras la muerte de su padre, se erige como cabeza de familia. Su vida de pescador se rige por el mar, sustento de la población del lugar. Su tranquila cotidianidad se ve interrumpida por la aparición de Hatsue, una muchacha que posee una gran belleza y enseguida encandilará con su presencia a los jóvenes. Fue dada en adopción de niña pero, al quedarse su padre biológico solo, la hace regresar a su lado. Ella, la perfecta señorita, perteneciente a una clase alta. Él, pescador humilde, de corazón amable y bondadoso. La chispa surgirá entre ambos y lucharán por lograr un futuro juntos, a pesar de los impedimentos que suponen sus diferencias sociales y las presiones paternales a las que se ve sometida la muchacha, cuya capacidad de elegir esposo se ve anulada por las tradiciones.

Esta hermosa historia de amor se enmarca en un paisaje idílico. Las deliciosas descripciones de Yukio Mishima provocan que la isla se convierta en un personaje más, en un espectador pasivo de tan intenso y tortuoso romance. En realidad, se podría casi asegurar que el mar es el gran protagonista. Único proveedor de alimento de los habitantes debido a la imposibilidad de criar animales domésticos a causa de las cuestas y el escaso pasto, se yergue como el eje central alrededor del cual se articula la vida de Utajima. Los hombres trabajan de sol a sol pescando, variando sus horarios en función de las diferentes temporadas en que se pueden obtener determinadas especies. Su ciclo vital está regulado por el océano, por sus mareas. Asimismo, las mujeres ejercen de buceadoras, entrenándose desde niñas para fortalecer sus pulmones y cuerpo y contribuir con sus habilidades.

«La isla de Utakima solo tiene unos mil cuatrocientos habitantes, y el perímetro de su costa no llega a los cinco kilómetros. En dos lugares de la isla los paisajes son de belleza insuperable. Uno es el santuario de Yashino, que está encarado al noroeste y se alza cerca del punto más elevado de la isla. Desde el santuario se abarca un panorama ininterrumpido de la amplia bahía de Ise, y la isla se encuentra en el estrecho que enlaza la bahía con el océano Pacífico. La península de Chita avanza desde el norte, mientras que la península de Atsumi se extiende al nordeste. Al oeste, se atisba la línea costera de Tsu, entre los puertos de Uji-Yamada y Yokkaichi. Si uno sube los doscientos escalones de piedra que conducen al santuario y mira hacia atrás desde el torii, con un león guardián de piedra a cada lado, tiene una visión privilegiada de la bahía de Ise y las costas lejanas que la rodean».



El título, El rumor del oleaje, ya es indicativo de la importancia vital de este elemento en la obra. No es solo por el hecho de ser el medio de vida de la isla; las olas y las corrientes tienen la capacidad de representar el estado de ánimo de los personajes, en especial de Shinji pues es la voz principal, reflejando sus preocupaciones y angustias en forma de tormenta, o la felicidad ante el encuentro de la amada a través de los rayos de sol hendiendo la superficie del agua. El océano es un ser vivo capaz de alimentar a los isleños y de mutar acorde a ellos.

«Por la mañana, aquella extraña inquietud aún no había desaparecido, pero el vasto océano se extendía desde la proa, donde el muchacho permanecía en pie; gradualmente la visión del mar le iba insuflando la energía de la tarea familiar, cotidiana, y, sin darse cuenta siquiera, volvía a sentirse en paz».

En todos los capítulos, Mishima nos deleita con acertadas descripciones del entorno que nos rodea, mostrándonos una naturaleza sin igual y la belleza del paisaje. Dichas descripciones, a pesar de ser similares entre ellas, no resultan pesadas ni densas, sino que ayudan hacernos una composición adecuada del espacio donde se desarrolla la historia. Los lugares se presentan con detallismo y gracias a ellos podemos comprender las tradiciones por las que se rigen los lugareños de Utajima, el respeto que sienten por el medio ambiente o por los espíritus que vagan entre los bastos bosques, velando por el pueblo. Se crea un marco idílico y pacífico que acuna la lentitud del romance y su pausado desarrollo, que avanza al mismo ritmo lento y fluido que las aguas. Nos golpea la sensación constante de que la isla está aislada del resto del mundo, constituyendo una especie de microcosmos apacible del que nadie quiere salir. Esto contrasta con las grandes urbes como Tokio. Esta ciudad está representada en Chiyoko y en la excursión que realiza el hermano pequeño de Shinji con sus compañeros de clase.

«Llegó el día en que Hiroshi, el hermano de Shinji, tenía que ir de excursión con la escuela. Durante seis días recorrían la zona de Osaka y Kyoto, y pasarían cinco noches fuera de casa. De este modo los jóvenes de Utajima, que hasta entonces nunca habían estado fuera de la isla, verían por primera vez el ancho mundo con sus propios ojos y realizarían un veloz aprendizaje. […] Los niños de la isla adquirían sus primeras nociones del mundo exterior mediante las imágenes y textos de sus libros escolares más que por experiencia directa. Era muy difícil para ellos concebir, por la pura fuerza de la imaginación, cosas como los tranvías, los edificios altos, las películas, el metro».

Tokio es todo lo contrario: rapidez, estrés, ir y venir constante. Esta oposición se refleja a la perfección en las cartas que envía Hiroshi a su madre. En ellas descubrimos la ignorancia general a la que están sometidos en la isla con respecto a las modernidades de la ciudad.

«Al cabo de unos minutos, el hombre que estaba detrás de nosotros gritó: “¡Los de delante, sentaos!”. Como ya estábamos sentados, nos lo tomamos a broma. Pero entonces el hombre, muy amablemente, nos enseñó lo que debíamos hacer. Dijo que eran asientos plegables, y que si los bajábamos se convertirían en butacas. Todos nos rascamos la cabeza, y comprendimos que habíamos cometido un estúpido error. Y al bajarlos comprobamos que, desde luego, eran unos asientos lo bastante cómodos para que se sentara en ellos el mismo emperador. Pensé que algún día me gustaría que mamá se sentara también en uno de esos asientos».

Como Utajima está en cierto modo recluida, las noticias del exterior no la alcanzan y conviven en una relativa paz, alejados de temas políticos y de otras problemáticas. De hecho, aunque la II Guerra Mundial flota en el ambiente, no se menciona en ningún instante de la novela. Es como si esa clase de incidentes no afectaran a la población y fueran una realidad lejana y ajena por completo.
Asimismo, el autor no solo hace hincapié en el entorno paisajístico, que incluso podríamos clasificarlo como idealizado. También detalla el modo de vida de Utajima, las distintas rutinas que siguen los isleños dependiendo de la época del año, que se traduce en las distintas especies que deben pescar, o los pormenores como el arte de la pesca o las inmersiones de las buceadoras. Al ser un narrador omnisciente en tercera persona, puede abarcar la isla en su totalidad y las actividades de los habitantes.

«En Utajima el suministro de agua potable era escaso, y alcanzaba su nivel más bajo en la época del Año Nuevo según el calendario antiguo, cuando las disputas por los derechos de agua eran interminables. Para proveerse de agua, los aldeanos contaban tan sólo con un estrecho arroyo que discurría por un lado de la calle adoquinada cuyos tramos de escalones descendían por el centro del pueblo. Durante la estación lluviosa, o tras un fuerte aguacero, el arroyo se convertía en un torrente turbio, en cuyas orillas las mujeres del pueblo hacían la colada mientras charlaban ruidosamente. También los niños realizaban las ceremonias de botadura de sus buques de guerra tallados en madera. Pero durante la estación seca el arroyo casi era una ciénaga seca, y la corriente ni siquiera tenía fuerza suficiente para arrastrar los desechos más pequeños».

Por otro lado, Mishima es conocido por ser un férreo defensor de las costumbres, y ese afán tradicionalista queda reflejado a la perfección en esta novela. Sus personajes son supersticiosos, veneran a sus dioses y se guían ciegamente por esas tradiciones integrándolas a su modo de vida. A lo largo de las páginas, asistimos a ritos como subir al templo a pedir suerte y salud o simplemente códigos de conducta que, en especial las mujeres, deben llevar a cabo y por los que están atadas, sin poder salirse de ellos.

El romance en sí está plagado de clichés y no muestra nada que no se haya representado ya hasta la saciedad en la literatura romántica. Sin embargo, lo que hace destacar a esta obra y le dan el renombre de “una de las más grandes y bellas historias de amor de la literatura”, es precisamente la forma en que está narrada y la simplicidad de su escritura, dotando a la novela de un halo mágico a causa de la naturaleza, así como de una sensación cálida gracias a la manera que tiene el autor de describir los sentimientos y de representar el amor más puro, acompañándolo del costumbrismo japonés tan arraigado de Utajima. Los dos jóvenes comparten unos sentimientos sinceros, cristalinos, solo desean ser felices y que sus respectivas familias acepten esa felicidad sin restricciones, pues para Shinji y Hatsue el apoyo de estos es fundamental. A pesar de las reticencias del padre de la muchacha, el corazón y el amor que se profesan superarán las diferencias sociales.

«Si Shinji hubiera tenido más experiencia con las mujeres, al contemplar a Hatsue desnuda, al otro lado del fuego, en las ruinas azotadas por la tormenta, habría comprendido de modo inequívoco que su cuerpo era el de una virgen. Su piel, que estaba lejos de ser pálida, era una piel acostumbrada al contacto constante con el mar y estaba tensa y lisa; y allí, en la amplitud de un pecho capacitado para las numerosas y largas inmersiones, dos senos pequeños y firmes se desviaban un poco uno del otro, como avergonzados, y erguían dos capullos de color rosado. Puesto que Shinji, temeroso de ser descubierto, apenas había abierto los ojos, la silueta de la muchacha seguía siendo un vago contorno y, visto a través de un fuego cuya luz ascendía hasta el techo de cemento armado, resultaba casi indistinguible de las llamas oscilantes».


¿Debería leerlo?

En definitiva, El rumor del oleaje destaca, no solo por la simplicidad y pureza de la relación que surge entre Shinji y Hatsue, sino, sobre todo, por la belleza de Utajima. Desde lo alto del templo Yashiro hasta la bahía de Ise, el paisaje se abre ante nuestros ojos igual que un abanico verde, marrón, azul, una tierra colorida, plagada de riqueza, construida sobre una base de tradiciones inquebrantables, alejado de la modernización de las grandes urbes, recluido en su propio universo autosuficiente.



2 comentarios:

  1. ¡Hola!

    Hum. XD Este libro no termina de convencerme, pero siento que sí tiene cosas interesantes que me gustaría leer. Lo anotaré en mi lista de pendientes, de todos modos. XD No pierdo nada con darle una portunidad, ¿no? Además, quiero leer más libros orientales este año...

    :D Gracias por la reseña. xD Aunque hayas hecho trampa (?).

    ¡¡Muchos ánimos con los finales!! xC. XD En este lado del mundo ya acabaron las clases, pero hace tanto calor que ni se pueden disfrutar las vacaciones u-u.

    En fin.

    O: Te he nominado a un premio en mi blog, para cuando tengas más tiempo. Aquí :3.

    Y... eso es todo por ahora. x3 ¡Nos estamos leyendo!

    Adieu -w-.

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  2. Lo tenía ya apuntado, me gustaría leerlo =)

    Besotes

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