Autora: Belén Martínez
Saga: El vals de la bruja
Editorial: Urano
Año de publicación: 2023
Páginas: 512
Sinopsis: Londres, 1940
Liang Shelby es una superviviente de la llamada «Tragedia de la Academia Covenant». Trata de olvidar lo que ocurrió mientras trabaja como aprendiz en la Torre de Londres, soporta al Demonio que tiene como compañero y vagabundea por el East End de madrugada, tratando de ganar algo de dinero para ayudar a su familia. Hasta que una noche es testigo de algo que no debería haber visto y su destino queda ligado a un objeto mágico que ni siquiera debería existir. Ahora, con la ayuda (si puede llamarse así) de un viejo conocido de su familia, Liang deberá proteger lo que guarda en su interior mientras las bombas asedian Londres cada noche, el Aquelarre comienza a sospechar de ella, los responsables de la Tragedia de la Academia van tras ella y un viejo compañero invade sus días y sus sueños.
CONTIENE SPOILERS DE EL VALS DE LA BRUJA
Liang Shelby es conocida como la superviviente de lo que se ha denominado la "Tragedia de la Academia Covenant". Esta academia es una escuela de magia donde los sangre negra (es decir, brujas y brujos) aprenden a utilizar sus poderes. Cuando Liang era estudiante, este lugar fue atacado por un grupo de demonios que masacró a la mayoría de los alumnos, siendo una de las víctimas su mejor amiga. Han pasado varios años desde ese evento traumático y Liang lo único que quiere es olvidarse de lo sucedido aquel día y centrarse en su trabajo como bibliotecaria en la Torre de Londres. Sin embargo, oculta un secreto, pues mientras por el día es una estudiante modelo, por la noche engaña y estafa a los sangre roja, aquellos que no poseen magia. En plena Segunda Guerra Mundial, muchas personas anhelan volver a encontrarse con aquellos a los que han perdido, por lo que Liang, a cambio de una considerable suma de dinero, utiliza su magia para contactar con el más allá para que los vivos puedan comunicarse momentáneamente con los muertos, un tipo de magia que está terminantemente prohibida entre los sangre negra. Y aunque lo sabe, Liang considera que el poder llevar algo de dinero a casa para aliviar los problemas económicos de su familia es un motivo más que loable para saltarse la ley.
En una de sus incursiones nocturnas, Liang se topará con Adam Kyteler, un compañero de la Academia que, al parecer, está en posesión de un objeto mágico muy poderoso, un objeto que, de hecho, no debería existir. Adam está siendo atacado presumiblemente por poseer este artefacto y, en mitad de la refriega, Liang terminará con él en su poder. Se trata de la Piedra Filosofal, el artilugio más poderoso y peligroso del mundo y cuya posesión convertirá la vida de Liang en un infierno.
Desde el principio, este libro nunca fue lo que esperaba. Para empezar, me sorprendió el hecho de que se anunciara una segunda parte de El vals de la bruja, porque precisamente fue una lectura que realicé por ser autoconclusiva. Y cuando la autora comentó por redes que estaba trabajando en una continuación, a pesar del fastidio inicial de que ahora fuera a ser una saga, como era un libro que me había gustado tanto me entusiasmaba que la historia fuera a seguir. Sin embargo, lo que más anhelaba era que esta nueva novela fuera una precuela, pues se quedan muchas cuestiones en el aire acerca del pasado de los padres de la protagonista, y todos esos viajes a su adolescencia en la Academia Covenant me dejaron con ganas de más; sobre todo, con ganas de profundizar en el grupito de amigos tan interesante que formaron. Por lo que saber que esta segunda parte iba a estar ubicada cronológicamente 80 años después, fue un jarro de agua fría. Aun así, yo le tenía fe a esta historia, pues estaba convencida de que Belén Martínez no podía decepcionarme. Y lo hizo, vaya si lo hizo.
Liang Shelby, como habréis deducido por su apellido, es una descendiente de un personaje de la primera entrega. Su vida no ha sido sencilla por ser la hija de un sangre negra y una humana, por lo que nunca ha sentido que encajara del todo en un mundo u otro. A pesar de haber heredado la magia de su padre, no termina de ser muy bienvenida entre el resto de hechiceros. A las complicaciones de su naturaleza mestiza se le junta el trauma que sufrió durante el ataque demoníaco a la escuela, en el que tuvo que vivir cómo moría su mejor amiga, y el tener que infringir las reglas de los sangre negra todas las noches para conseguir dinero extra con el que ayudar económicamente a su familia, a sabiendas de que como la descubran puede ser, entre otros castigos, expulsada de la Academia. La personalidad de Liang es diametralmente opuesta a la de Eliza en el primer libro; es más, diría que en lo único que coinciden es en la férrea lealtad familiar. Mientras que Eliza disfrutaba de saltarse las normas solo por diversión y por darle un poco más de chispa a una vida que consideraba insulsa, Liang lo hace por pura supervivencia; mientras que Eliza era una criatura salvaje, impulsiva, terca y movida por la venganza, Liang aspira a una vida tranquila como bibliotecaria y a sacar a su familia de la pobreza, con la discreción por bandera. Y aunque Eliza me sacaba de mis casillas y más de una vez se merecía que alguien la gritara, prefería mil veces su desobediencia y egoísmo que la simpleza de Liang. Y es que es un personaje desabrido e insulso, que parece no tener sangre en las venas y que se mueve no por pura voluntad, sino por lo que le dicen los demás. Entiendo que, debido a los eventos traumáticos que ha sufrido, lo único que quiere sea pasar desapercibida y llevar una vida pacífica, pero yo esperaba que al verse envuelta en el tema de la Piedra Filosofal tuviera un poco más de valentía y de iniciativa teniendo en cuenta que por haber estado en el lugar y el momento equivocados, ahora corre peligro y hay magos poderosos yendo tras ella para recuperar el objeto. Pero lo cierto es que no hay ninguna evolución en el personaje. Parece que es incapaz de tomar decisiones importantes y se limita a seguir a rajatabla lo que le dicen los demás, sin apenas cuestionarlo. Es ella la que se ha metido en una lucha peligrosa entre dos facciones de sangre negra en contra de su voluntad, pero no tiene opinión al respecto. Simplemente se deja hacer. Liang es un personaje que no tiene carisma ni nada que le haga destacar, es plana y sin desarrollo y lo peor es que se mantiene así hasta el final del libro. Es cierto que hay momentos puntuales en los que parece recuperar la voz y tener algo de personalidad, pero son escenas con cuentagotas. Esto hizo que no pudiera empatizar en ningún momento con la protagonista y que el hecho de ser ella la narradora convirtiera la historia, ya de por sí aburrida, en algo soporífero. De hecho, lo mejor de Liang fue Tanlan, su familiar, un gato carismático que se robaba el protagonismo de cada escena en la que salía.
Adam Kyteler, por otro lado, tampoco me dijo nada. Se limita a ser el típico coprotagonista masculino misterioso, lleno de secretos y con un pasado turbio y trágico a partes iguales que eventualmente se convertirá en el interés amoroso de la protagonista. Va de llanero solitario, con esa fachada fría y distante de "chico malo que puede encargarse de todo él solito", pero, por supuesto, muestra esa otra cara tierna y protectora con Liang cuando consigue coger confianza con ella. Es por eso que no me ha gustado ni he conectado con él, porque al final es un personaje que parece formado de retazos de otros personajes masculinos, sin tener personalidad propia ni nada que lo haga destacar. Está ahí simplemente para ser el detonante de la acción, quien empuje a Liang a dejar esa vida anodina y lanzarse a una aventura no pedida ni deseada y luego convertirse en su amante, pero poco más. Es alguien olvidable e igual de insulso que su contraparte.
Y hablando del romance, ha sido terrorífico. En vez de tener un slow burn, con escenas en las que vamos viendo claramente cómo se van enamorando a través de las interacciones, lo que nos presenta la autora es casi un instalove. Liang y Adam, a pesar de estar supuestamente luchando contra los mismos magos por un bien común, apenas se encuentran a lo largo del libro. Hay muy pocos momentos en los que estén juntos y, cuando lo hacen, es por conveniencia y avance de la trama, por lo que no se da mucho pie a que puedan profundizar en los sentimientos que tienen el uno por el otro ni tampoco para afianzar su relación. Aunque es obvio desde el instante en que se conocen que van a terminar juntos, lo cierto es que no hay espacio para que se construya un vínculo entre ellos y se hacen pareja un poco porque sí, porque así estaba planeado y punto. Pero no hay ninguna química entre ellos y de hecho, me atrevería a decir que ni siquiera son compatibles. Tampoco he llegado a entender qué ven el uno en el otro. Es más bien como si fueran dos islas que al darse cuenta de que hay otra isla que se encuentra en su misma situación y que ha pasado por lo mismo, decidieran juntarse para estar mejor. No es un romance creíble y la escasa credibilidad que pueda tener es minada constantemente cuando tenemos a Liang hablando de los profundos sentimientos que Adam despierta en ella, a pesar de que ni siquiera se conocen.
El único personaje que ha merecido la pena es Alesteir, a quien ya conocemos en El vals de la bruja. Alesteir ya se ganó mi corazón en el primer libro, a pesar de ser uno de los villanos principales, y tenerle de nuevo no como secundario, sino como coprotagonista ha sido un regalo para mí. Es carismático, con una personalidad chispeante, sarcástico, divertido y con un deje de malicia que me fascina. Saber más de él, de su historia, y, en definitiva, que se haya robado el show ha sido lo mejor del libro. Confieso que llegó un punto en el que era mi única motivación para no abandonar esta novela porque cada escena, cada diálogo y cada flashback en el que Alesteir estuviera involucrado era oro puro. Eso sí, a pesar de que le amo con toda mi alma, he de puntualizar que para mí ha perdido parte del brillo que le caracterizaba. Sentí como si la autora no hubiera sabido cómo manejar al personaje ahora que tenía mucho más protagonismo, como si fuera una copia aguada del Alesteir que conocimos al inicio de la saga. De todas formas, eso no quita que fantasee con la idea de una novela totalmente protagonizada por él.
Respecto a la trama, esta ha sido aburridísima. Y no solo porque no haya habido acción ni giros sorprendentes y porque, en general, haya sido mucho más pausada y lenta de lo que me esperaba, sino porque ha sido totalmente lineal. Desde el principio te imaginas lo que va a suceder, pero al menos albergas la esperanza de que la autora te sorprenda llevándote por otro sitio completamente diferente. Pero no. La trama es sota, caballo y rey y tan predecible que incluso el final te lo ves venir desde la mitad del libro. Lo más destacable es el momento histórico en el que se ambienta y los problemas éticos a los que se enfrenta la sociedad. Como he comentado al inicio de esta reseña, El alma del brujo está situada en Londres en plena Segunda Guerra Mundial. Ante un conflicto a esta escala que está tambaleando los cimientos del mundo, los sangre negra se plantean qué papel pueden tener ellos en este contexto bélico, pues es más que evidente que al tener magia pueden cambiar la balanza con facilidad. Esto también provoca una disrupción entre los sangre roja y los sangre negra, que ya de por sí nunca han tenido una convivencia fácil, pero sus diferencias se verán acrecentadas por culpa de la guerra. Creo que las cuestiones morales que plantea la autora de cómo podrían influir los brujos son muy interesantes, así como las posturas tan dispares que surgen entre ambos grupos (por ejemplo, hay sangre negra que consideran que lo mejor para su gente es no inmiscuirse en la guerra de los humanos, mientras que otros creen que su magia podría ser la clave para terminar con el conflicto de una vez por todas).
El final es totalmente predecible. Desde el principio, la autora te da ciertas pistas que señalan a un único culpable, a la persona que más desea hacerse con el poder de la Piedra Filosofal y utilizarla para su beneficio. No obstante, en las últimas páginas toma una decisión que me pareció de lo más desacertada: engañar al lector para fingir que el villano es, en realidad, otro personaje y no el más obvio. Al principio me sentí muy desconcertada porque yo tenía muy claro quién era la persona a la que Liang y Adam estaban buscando y no entendía por qué de repente habían cambiado las tornas; hasta que la protagonista, en un momento crítico, revela que habían estado fingiendo todo el rato y que el villano era la persona que había sido señalada como tal buena parte de la novela. Las mentiras del narrador pueden ser una estrategia interesante y que le añadan emoción a una obra si están bien llevadas y entretejidas con la trama, pero no ha sido el caso. Más bien me ha resultado un intento burdo por parte de la autora para desviar la atención del lector y que la resolución final no fuera tan obvia, un movimiento por su parte completamente absurdo que no ha hecho más que empeorar el ya de por sí poco potente cierre del libro. Además, tampoco tiene sentido que te engañe de esta forma cuando la novela está contada en primera persona porque, precisamente, si escoges esa perspectiva narradora, el lector debería saber todo lo que conoce la protagonista y, por ende, esta no debería ser capaz ocultar o tergiversar información. Para que hubiera funcionado, tendría que haber sido un libro en tercera persona. De hecho, esta es la misma táctica que usó en Placeres mortales y que ya critiqué en su momento porque me pareció una maniobra pésima y de muy mal gusto. Por otro lado, Belén Martínez intenta sorprender al lector con cierto movimiento por parte de Adam que se supone que debe impactarnos y mantenernos en tensión; no obstante, tal y como he comentado Adam es un arquetipo de personaje demasiado manido y esa decisión de última hora forma parte del pack de "chico oscuro que oculta muchos secretos y que no sabemos si es bueno o malo", por lo que fue un giro que, si bien no estaba segura al cien por cien de que fuera a ocurrir, sí que era una posibilidad muy real que la autora decidiera tirar por ese camino como, efectivamente, hizo.
El alma del brujo ha sido una secuela totalmente innecesaria. Teniendo en cuenta que ocurre varios años después de El vals de la bruja y que este quedó cerrado y funciona como autoconclusivo, opino que no había necesidad de continuar con una historia que ya había quedado conclusa. Mientras que la primera novela me gustó muchísimo, la bajada de calidad de esta segunda es más que evidente en todos sus aspectos: trama, personajes, romance, giros... Leeré el último libro con la única motivación de cerrar de una vez por todas esta saga, pero sin la esperanza de que pueda sorprenderme para bien.
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