Título original: Words of Radiance
Autor: Brandon Sanderson
Idioma original: inglés
Saga: El archivo de las tormentas
Editorial: Nova
Año de publicación: 2015
Páginas: 1248
Sinopsis: Retrocedemos seis años en el tiempo, cuando un asesino, entre cuyos primeros objetivos se halla Dalinar, mata al rey alezi. Kaladin está al mando de los guardaespaldas reales, un puesto controvertido por su baja condición, y debe proteger al rey y a Dalinar, al tiempo que dominar, en secreto, los nuevos y extraordinarios poderes vinculados a sus honorspren. Shallan tiene la misión de impedir el fin de las Desolaciones. Las Llanuras Quebradas tienen la respuesta; en ellas los parshendi están convencidos, gracias a su líder, de arriesgarlo todo en una apuesta desesperada...
CONTIENE SPOILERS DE EL CAMINO DE LOS REYES
Shallan, quien trabaja como pupila de Jasnah, ha contribuido decisivamente a la importante investigación que esta estaba llevando a cabo sobre los Portadores del Vacío, unas criaturas que parecen estar relacionadas de alguna forma que todavía no comprenden con el asesinato años atrás del rey alezi Gavilar Kholin a manos de los parshendi. Para continuar con sus pesquisas, ambas viajarán a las Llanuras Quebradas, epicentro de la guerra que estalló a raíz del homicidio del monarca. Sin embargo, la travesía en barco no sale como estaba previsto y Shallan y Jasnah son atacadas, provocando que los planes de la joven aprendiza cambien por completo y tenga que continuar el viaje por su cuenta. Eso sí, acompañada por Patrón, su spren de tipo críptico, una criatura inteligente a quien Shallan conoce cuando está en el palacio estudiando junto a su maestra y con quien formará una estrecha relación. Junto a él, la joven descubrirá que no es una simple mortal y que su don para el dibujo puede convertirse en un arma muy poderosa si sabe cómo usarlo y moldearlo a su favor.
Cuando llega a las Llanuras Quebradas después de un arduo recorrido que pondrá a prueba su valentía, su fortaleza y su tesón, conocerá por fin a Adolin, con quien está prometida. Cuando Jasnah descubrió la verdad acerca de la trágica situación de Shallan y de por qué tenía tanto empeño en conocer a la erudita (para robar su moldeador de almas y así salvar la situación financiera de su familia), esta decidió protegerla concertando un matrimonio con su primo Adolin. Bajo el amparo de los Kholin, tendrá total libertad para llevar a cabo los estudios que necesita para comprender mejor a los Portadores del Vacío, unas peligrosas criaturas que antaño vagaban por Roshar y que actualmente son más bien un mito. Shallan y su maestra tienen razones para creer que son algo más que leyendas o fábulas fusionadas con la religión vorin. Jasnah sospechaba que eran más reales de lo que la gente creía, que su regreso es más inminente de lo que pueda parecer y que las respuestas que están buscando pueden hallarse en las llanuras.
Mientras tanto, la guerra contra los parshendi continúa más cruenta que nunca, acicateada por las luchas de poder entre las diferentes facciones alezi y sus altos príncipes. Dalinar cada vez está más convencido de que en sus visiones se encuentra la clave de lo que está por venir y no son solo los delirios de un loco. Para ayudarle en su lucha por la verdad y en lo que cree justo, acabará acogiendo bajo su mando a Kaladin, quien pasa de ser un hombre del puente a convertirse en el respetado capitán de la guardia personal del alto príncipe, gracias a méritos propios. El hecho de que un ojos oscuros haya alcanzado un rango solo accesible a los ojos claros no será bien recibido por parte del resto del ejército, pero Dalinar sabe que si quiere cambiar las cosas a mejor, debe dejar atrás todas esas normas estúpidas sobre las castas y premiar o castigar a los hombres según sus actos, no acorde al color de sus ojos. Además, una guerra desconocida y turbulenta se acerca, por lo que ante momentos desesperados, no queda más que tomar medidas igual de desesperadas.
Mi inicio con el "Archivo de las tormentas" no fue el mejor. El camino de los reyes fue un libro que se me atragantó debido a las extensas descripciones, la lentitud de la trama y la complejidad del mundo, tres aspectos que hicieron que mi lectura fuera más tortuosa que placentera. Aun así, me dio los alicientes necesarios para continuar con el segundo y, he de decir, que esta segunda parte me ha gustado bastante más y que voy entendiendo por qué hay tantos fans de estos libros del Cosmere.
Curiosamente, aunque siento que Palabras radiantes ha mejorado en muchos aspectos con respecto al primero, para mí ha fracasado estrepitosamente en lo que más me gustaba del libro anterior: el personaje de Shallan. Shallan es una muchacha con la que es fácil conectar. Se encuentra ante una situación familiar muy complicada que, aunque llevaba años gestándose, ha explotado por culpa de un trágico incidente que ha marcado su rumbo y el de sus hermanos. Ante su desesperación por salvar lo que les queda de reputación y por solventar las enormes deudas que dejó su padre, un astuto y egoísta mercader, su plan consiste en convencer a Jasnah, una reputada y a la vez repudiada erudita, para que le permita ser su discípula, lo que permitirá a Shallan tener oportunidades para robar el moldeador de almas de su maestra. Los moldeadores de almas son unas herramientas mitad ciencia mitad magia que permiten convertir cualquier cosa en otra diferente, por lo que Shallan lo necesita para que las minas de su familia vuelvan a ser fértiles y así capear la tormenta económica. Es un personaje muy interesante porque durante todo el primer libro podemos entender su frustración y su tristeza ante la misión que tiene por delante. Por un lado, el afán de salvar a su familia; por otro, la dicha de tener a Jasnah como maestra y sus ganas de abandonarlo todo y dedicarse a su verdadera pasión, el estudio. Es un personaje digno de lástima y con el que es muy fácil empatizar debido a la encrucijada en la que se encuentra. Y aunque es valiente y decidida (hay que tener mucho valor para emprender un viaje tan largo solo para traicionar a una de las mujeres más importantes de Roshar que, además, pertenece a la familia real), no deja de ser una niña que abandona su tierra y ve mundo por primera vez. Lo que significa que hay muchas cosas que desconoce y que debe enfrentarse a nuevos retos casi de manera constante. No obstante, en este segundo libro Sanderson quiere convertirla en una heroína capaz de valerse por sí misma cuando, en realidad, no deja de ser una erudita inexperta e indefensa.
Y eso es, precisamente, lo que no me ha gustado de Shallan en este segundo libro. Que me da la impresión de que el autor la obliga a madurar y a evolucionar a marchas forzadas. Tras el naufragio del barco en el que viajaba con su maestra, Shallan comienza a encontrarse en situaciones muy peligrosas, incluso de vida o muerte; situaciones en las que, teniendo en cuenta su forma de ser y sus escasas habilidades más allá de su inteligencia o su don con el dibujo, ella tiene todas las de perder porque es del todo imposible que salga indemne de ellas. Más que nada porque no tiene la capacidad de luchar ni de defenderse. Y, sin embargo, mágicamente y contra todo pronóstico esquiva todas las piedras que va encontrando por el camino. Por el poder del guion, Shallan sale victoriosa de cada uno de los problemas en los que se ve envuelta, la mayoría de veces casi por pura suerte. Es más que evidente que el viaje hasta las Llanuras Quebradas es la excusa que tiene Sanderson para obligar a Shallan a madurar, a valerse por sí misma y a convertirse en un personaje más capaz que ser simplemente la erudita del equipo. Y aunque entiendo por qué lo hace, cuanto más fuerza a Shallan a madurar, menos se va pareciendo a la Shallan del primer libro. Y no precisamente en el buen sentido. A veces me sentía como si estuviera leyendo a un personaje totalmente distinto, pero con el mismo nombre y no podía evitar pensar "esto no lo haría ella". Ha forzado tanto su evolución, que llega un punto en el que deja de ser creíble. Es más, su parte de la trama se volvió la más aburrida (pese a que había sido mi favorita durante el primer libro), más que nada porque sabes perfectamente que no importa en qué lío se meta, va a salir indemne de él. No es como, por ejemplo, el caso de Kaladin, otro de los personajes que más sufre con diferencia. Aunque tú sabes que Kaladin es el protagonista indiscutible de los dos primeros libros, cuando está ante una tesitura complicada, tienes miedo de lo que le pueda pasar. Puede que estés seguro de que no va a morir (al menos no tan pronto), pero no sabes cuánto le hará sufrir Sanderson ni cuáles van a ser sus secuelas psicológicas o físicas después de ese evento. En cambio con Shallan no había ningún tipo de tensión al respecto porque, total, sabías que le iba a ir bien. Incluso aunque el plan que ha ideado sea una chapuza sin sentido o incluso aunque la situación en la que se encuentra se enrevese cada vez más. No le va a pasar nada o, como mucho, las consecuencias de sus actos van a ser tan leves que es como si no hubiera tenido consecuencias en absoluto. Todo esto hizo que los capítulos de Shallan me aburrieran soberanamente, porque todo le ocurría un poco porque sí. Para obligar al personaje a madurar a marchas forzadas y a ponerse a la altura del resto de protagonistas y para obligar a sus poderes latentes a despertar de una vez y que esta tenga que usarlos sobre la marcha y aprender sobre ellos.
Su llegada a las Llanuras Quebradas tampoco mejora mucho su situación. Debido a todo ese trayecto cargado de peligros, Shallan se ha vuelto una muchacha mucho más echada para adelante, más impetuosa. Por lo que situaciones a las que la Shallan del pasado les habría dedicado una buena reflexión antes de actuar, ahora las gestiona guiándose por impulsos. Si cree que algo es una buena idea (aunque tú como lector no lo veas así), no le dedicará ni dos segundos a llevarlo a cabo. Por lo que, en mi opinión, se suceden ciertos actos incomprensibles en los que no entendía por qué Shallan había actuado de según qué manera. Un ejemplo de ello es toda la trama de los Sangre Espectral, un grupo peligrosísimo con el que, milagrosamente, ella interactúa como si nada y consigue lograr su objetivo. El resumen es que siento que la Shallan de este segundo libro no tiene nada que ver con la del primero. Y no tendría ningún problema con esto si ese cambio hubiera sido introducido de una forma natural y acorde al flujo de la trama y de la novela, pero no ha sido así. Para mí, el autor ha forzado esta evolución del personaje, convirtiendo mi favorito en uno al que no soporto.
Por otro lado, la narración del presente va alternando con flashbacks de Shallan cuando era niña, lo que nos permite entender qué fue exactamente lo que ocurrió en su familia. Estos recuerdos me resultaron insufribles. Para empezar, hay una discordancia evidente entre su edad y su comportamiento. Mientras leía sus flashbacks, estaba convencida de que Shallan tendría unos diez años cuando todo eso ocurrió; por lo que descubrir que, en realidad, tenía unos quince fue un jarro de agua fría. Porque se comportaba como una niña pequeña, tanto en su forma de expresarse como en su forma de actuar, por lo que me resultaba muy frustrante leer su comportamiento inmaduro e impropio; parecía más una muchacha sin sangre en las venas que vivía ajena al mundo real, que una adolescente. Es cierto que esto se puede atribuir a los traumas que arrastraba desde su infancia por lo acontecido en el seno de su familia, pero cada vez que otros personajes hacían algún comentario aludiendo a su edad real o a cosas propias de esta, me desconcertaba muchísimo. Pero eso no fue lo peor, sino los recuerdos en sí. Me resultaron aburridos y excesivamente largos. Me parece una introducción demasiado extensa al pasado del personaje y sinceramente creo que sus problemas familiares podrían haber sido expuestos en muchas menos páginas. Sobre todo porque uno de los puntos más interesantes es descubrir qué fue lo que pasó con la madre de Shallan, un suceso traumático para la joven que es en parte el desencadenante de todo lo que viene después; y aunque el autor se esfuerza por mantener el secreto casi hasta el final, lo menciona tantas veces y da tantas pistas que el misterio es más que evidente desde el principio. Con lo cuál, una vez intuyes qué le ocurrió a su madre, el resto de su historia se me hizo todavía más soporífera.
Cambiando de tercio, el mejor personaje ha sido, como no, Kaladin. Con fortaleza, valentía y disciplina ha logrado salir paulatinamente del pozo en el que se hallaba como hombre del Puente Cuatro. Tras ganarse el respeto y aprecio de sus compañeros de penurias gracias a su insistencia en mantenerlos vivos y fuertes y sus técnicas para protegerse durante la batalla y no ser un blanco fácil, su actuación ha llamado la atención de los ojos claros. Además, el haberle salvado la vida a Dalinar, un alto príncipe, a su hijo y a su ejército después de que Sadeas (otro alto príncipe y enemigo acérrimo de Dalinar) les abandonara a morir contra los parshendi, hizo que el propio Dalinar reconociera su valía, convirtiendo a Kaladin y a sus hombres del puente en su guardia personal. Esta nueva situación será un respiro de aire fresco para el joven, pues vuelve a formar parte del ejército (a donde pertenecía antes de convertirse en esclavo) y atrás deja una vida de penurias y una muerte casi asegurada. Sin embargo, su nueva posición también le trae desventajas. Para empezar, ahora le resulta más complicado esconder sus poderes como caballero radiante, los cuáles descubrió cuando fue condenado a morir en la tormenta por Sadeas. A pesar de renegar de su don, ha asumido a la fuerza que ese poder le puede ayudar a sobrevivir, por lo que está intentando entrenarlo para comprender cómo funciona junto algunos compañeros de confianza. Kaladin se niega a revelar lo que es capaz de hacer porque no está seguro de lo que puede ocurrir si la gente se entera pero, al mismo tiempo, tiene que saber cuáles son sus nuevas capacidades y cómo usarlas. Por otro lado, servir a un alto príncipe le supone un conflicto moral. Después de todo, los poderosos ojos claros son los culpables de su situación miserable. Pero cuanto más conoce a Dalinar y a su hijo Adolin, más se convence de que ellos son diferentes. Siguen teniendo ciertos prejuicios hacia los ojos oscuros (después de todo, son las creencias con las que han sido inculcados), pero conocer a Kaladin y a su gente les hará cambiar de parecer y darse cuenta de que discriminar por el color de los ojos les hace ignorar a personas que muchas veces son incluso mejores que los que están en la cúspide. Además, me encanta la camaradería que surge entre Kaladin y Adolin. Al principio no se soportan porque sus personalidades y sus trayectorias son muy dispares, pero a fuerza de tener que trabajar juntos comenzará entre ellos un respeto mutuo que derivará en el inicio de una amistad. He de decir que me encantan sus escenas juntos, tienen una química increíble y entiendo perfectamente a los lectores que los shippean porque yo me he convertido en una de esas.
Kaladin es un personaje que está hecho para enamorar al lector y puedo entender por qué, porque yo misma he caído en esa trampa. Es el ejemplo perfecto de resiliencia, alguien a quien intentan aplastar desde su más tierna infancia, pero consigue levantarse del fango una y otra vez a base de pura fuerza de voluntad. Cayó en lo más bajo cuando fue asignado al Puente Cuatro, en una depresión profunda y el sentimiento de que su vida no tenía sentido; estaba cansado de luchar contracorriente sin tener una salida a la vista. No obstante, conocer a Syl, una honorspren, fue en parte lo que le dio fuerzas para salir adelante y cambiar su mentalidad: no podía limitarse a sobrevivir en contra de su voluntad, tenía que convertir su tenacidad en arma y escudo. Es un personaje que demuestra que los seres humanos pueden reconstruirse por muy rotos que estén, alguien con quien es fácil sentirse identificados. Todos queremos ser Kaladin y tener su entereza, su valentía y su fortaleza. Solo espero que Sanderson no le haga sufrir más porque por mucho que su situación haya mejorado considerablemente y ahora sea un soldado temido y respetado a partes iguales, el autor sigue poniéndole piedras en el camino.
Siguiendo con Dalinar, es un personaje al que no soporté durante el primer libro. Me parecía un abuelo batallitas, el típico señor mayor cuyo discurso y forma de ver la vida se limitaba a seguir las instrucciones de un libro sagrado (El camino de los reyes) porque era lo que su hermano, el rey asesinado, habría querido y que solo sabía hablar de guerra y política. Y aunque era entendible (después de todo, es un alto príncipe y su posición se reduce a eso), sus capítulos me resultaban soporíferos. Era como cada vez que vas a casa de tu abuelo y abre la boca para decir "en mis tiempos..." y comienza a contarte sus momentos como vieja gloria. Me resultaba un hombre repetitivo, anclado en el pasado y obsesionado con vengar a su hermano Gavilar y unir a todo Roshar bajo un solo mando. Quizá lo más interesante de su perspectiva eran las visiones que el Padre Tormenta le enviaba y que él tenía que interpretar como un mandato divino que le indicaba cómo proceder y lo que estaba a punto de ocurrir. Por culpa de estas visiones, la gente lo trataba como si estuviera loco y vemos cómo poco a poco el respeto que infundía en los demás por ser el legendario Espina Negra iba transmutándose en ser un hazmerreír. Por suerte en este segundo libro Dalinar cambia su actitud, lo que hizo que por fin entendiera por qué es uno de los favoritos de los lectores. Dalinar coge el toro por los cuernos y se da cuenta de que si quiere avanzar en la guerra contra los parshmenios y evitar la gran Desolación que, según sus visiones, se avecina, tiene que hacer algo al respecto e imponerse. Por lo que comienza una feroz campaña de estratagemas políticas para ganarse a los otros altos príncipes, para convertirse de nuevo en un hombre respetado cuya palabra es la ley, sin importar lo que tenga que hacer con tal de que los demás le escuchen y se tomen sus visiones en serio. Siempre me ha gustado cómo Sanderson maneja los temas políticos en sus libros de fantasía porque hace que sean un tira y afloja fascinante, llenos de traiciones, estrategias más o menos legales, como un montón de fichas de ajedrez moviéndose por el tablero. Y en esta ocasión no ha sido menos. Me ha gustado mucho cómo Dalinar deja de lamentarse y toma las riendas para renovar su imagen y tomar el control de un ejército que se está desmoronando a su alrededor porque sus comandantes (el resto de altos príncipes) parecen haber olvidado el propósito de esa guerra y solo miran por sus propias riquezas y estatus. En este libro por fin sale a la luz el verdadero Espina Negra, el soldado glorioso temido y respetado al que todos escuchan con seriedad y admiración. Es cierto que este resurgir de las cenizas no será sencillo, pero con la ayuda de Navani (viuda del fallecido rey), podrá recuperar su honor y hacerse valer, demostrar que las visiones que tiene no son propias de un loco, sino un presagio del que debe aprender a toda costa si quiere salvar a su gente.
Siguiendo con sus hijos, la tirria que le tenía a Adolin en el primer libro se desvanece por completo en ese. Gracias a tener capítulos narrados desde su punto de vista, he descubierto que no es el niño poderoso, arrogante y mujeriego que parece a simple vista, sino un hombre amable, caballeroso, valiente, astuto y honorable. Me ha gustado reconciliarme con él y ver todas sus aristas. Siente una lealtad feroz hacia su padre, aunque eso no significa que siempre esté de acuerdo con sus decisiones, algo que no teme expresar en voz alta. Su sinceridad es muy valiosa para Dalinar, quien toma muy en cuenta sus opiniones. Aunque en ocasiones es impulsivo, una cualidad que personalmente detesto, lo cierto es que no me ha resultado molesto porque lo es en momentos en los cuáles es muy humano que los sentimientos pesen más que la lógica. Además, es un personaje que no duda en admitir sus errores y que se esfuerza en la medida de lo posible por mantener la cabeza fría para no repetirlos. Como he comentado más arriba, adoro la relación que tiene con Kaladin. Al principio no se fía de él teniendo en cuenta su trayectoria de vida, algo lógico, y tampoco le cae muy bien debido a su personalidad y a que a este le da igual que Adolin sea un alto príncipe, porque para Kaladin el respeto tiene que ganarse y no se lo profesa a cualquiera sin importar su título. Sin embargo, pronto verán que piensan de una forma muy similar y Adolin estará en deuda con él por haberle salvado a él y a su padre de una muerte segura por culpa de la traición de Sadeas. Esto derivará en una amistad entre ambos, que, si bien seguirá con sus tensiones y sus pullitas, no tardan en hacerse colegas de armas. En cuanto a su relación con Shallan, Adolin acepta sorprendentemente bien el hecho de que tenga que casarse con ella por deseo expreso de Jasnah. Aunque han tenido alguna que otra escena tierna, por ahora es una pareja que no me produce ninguna emoción y es un romance que ni me va ni me viene.
Por otro lado, pese a que Renarin sigue siendo bastante secundario, aquí ha adquirido un poco más de presencia. Debido a una enfermedad de la sangre que le causa debilidad, no puede combatir igual que el resto de su familia, lo que le hace sentirse aislado, extraño y que no pertenece a ningún sitio. Su padre le regalará la armadura esquirlada de Sadeas, la cuál ha ganado en un combate justo, y, posteriormente, recibirá también una espada ganada por Adolin en un duelo, lo que le convierte en un portador completo de esquirlada. Además, se vinculará con un spren llamado Glys. Gracias a los pactos como Radiante, su enfermedad será curada, por lo que comenzará una formación intensiva con el maestro fervoroso Zahel para aprender a usar su armadura y su hoja. Renarin es torpe debido a que no ha crecido entrenándose como guerrero, por lo que a pesar de poder luchar y ser un Radiante, sigue sintiendo que no encaja. Por ese motivo será acogido en el Puente Cuatro, dado que es un grupo variopinto de hombres que se caracteriza por no destacar en nada y por ser un equipo ecléctico. Renarin será tratado desde el principio como si fuera uno más y no el hijo ojos claros de un alto príncipe, lo que le infundirá confianza en sí mismo. Es un personaje que me resulta tierno y encantador e inspira en mí un fuerte instinto protector, por lo que tengo ganas de ver de lo que es capaz y contemplar cómo se desarrollan sus habilidades como Radiante. Solo espero que Sanderson le dé más protagonismo.
Otro personaje destacable es Navani, la viuda de Gavilar, una mujer increíble, inteligentísima y que recuerda mucho a su hija Jasnah por su fuerza, valentía y erudición. Es una mujer con carácter y de armas tomar y es fácil ver por qué Dalinar no puede apartar la vista de ella. A pesar de ser la madre del actual rey, Elhokar, pertenecer a la realeza no quita que sea una mujer que prefiere el trabajo y las investigaciones antes que quedarse de brazos cruzados, una decisión digna de admirar dada su posición.
A pesar de la extensa longitud del texto, he de decir que no me ha resultado tan monótono como el libro anterior. El hecho de que Sanderson no incida tanto en la construcción del mundo y opte más por las batallas, los toma y daca políticos y todos los secretos alrededor de los Radiantes y los Portadores del Vacío ha ayudado a que la lectura sea más amena y entretenida. Por supuesto, ha habido capítulos que se me han hecho muy largos y aburridos porque lo que se contaba en ellos me resultaba tedioso, pero por suerte no ha sido la tónica general. También me ha resultado más fácil seguir el hilo de lo que estaba ocurriendo porque ya estaba familiarizada con ciertos términos (spren, portadores del vacío, Shadesmar...), lo que ha hecho mi lectura más placentera.
En cuanto al final, Sanderson se ha marcado un Sanderson con una escena de lucha absolutamente épica, donde uno de los personajes desata todo su potencial y nos regala una pelea cinematográfica contra cierto enemigo rodeado de secretos y misterio que me hizo leer como si no hubiera un mañana. Además, no contento con eso, hay un cambio de escenario brutal que te deja con más dudas que respuestas y, sobre todo, con ganas de hincarle el diente al siguiente volumen.
Palabras radiantes es una novela que no me ha dejado indiferente. Aunque no empecé esta saga con muy buen pie, esta segunda entrega ha mejorado en muchos aspectos que critiqué en el primer libro y me ha hecho entender por qué muchos lectores la consideran la mejor obra del autor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario