"Mystic City. La ciudad del agua", Theo Lawrence

¡Buen lunes a todos! ¿Cómo empezáis la semana? ¿Con ganas? Nosotras este finde le hemos dado un pequeño cambio al blog de color y fondo, manteniendo eso sí los tonos azules y lilas. Comienzo febrero con un libro que me leí antes de navidad y cuya reseña la tenía cogiendo polvo ya que había otras que quería publicar antes. En fin, hacía mucho que no criticaba un libro y ya era hora (?) Es broma, es broma. Bueno, lo de criticar no. Nos vemos en la próxima entrada ;)

Título: Mystic City. La ciudad del agua (Mystic City #1)

Título original: Mystic City

Autor: Theo Lawrence

Idioma original: inglés

Saga: Mystic City

Editorial: Montena

Año de publicación: 2013

Páginas: 430

Sinopsis: Una ciudad dividida, un amor destinado a durar para siempre y una mentira que puede cambiarlo todo... Dos familias enemigas, los Foster y los Rose, mueven los hilos invisibles de Nueva York. Tras años de ardiente confrontación, ahora la ciudad va ser testigo de un acontecimiento inaudito: Aria Rose y Thomas Foster, los primogénitos de cada familia, van a casarse, y su matrimonio simbolizará la unión inquebrantable de los dos linajes. Mientras tanto, en las Profundidades, un grupo de rebeldes trama una virulenta rebelión política que podría hacer temblar los pilares de la ciudad y acabar con todo lo que los Rose y los Foster han construido...

Cuando un libro me llama la atención debido al factor que sea, normalmente lo agrego a mi lista de los que quiero leer de Goodreads y allí se queda, a la espera de que según vaya avanzando en mis lecturas, llegue hasta él. Por eso, para cuando llego al libro en cuestión ya me he olvidado de los motivos por los cuales accedí a incluirle, de su argumento y casi de su existencia. A veces, cuando decido leérmelo, ni siquiera me miro la sinopsis para que me sorprenda mi propia elección. Esto fue lo que me pasó con Mystic City. Lo empecé con ganas pero al leer el primer capítulo me vino un regustillo a la trilogía Juntos, de mi amiga Ally Condie, que me echó para atrás y me hizo bufar sonoramente. No quería pasar otra vez por esa traumática experiencia. Aun así, me armé de valor y seguí hacia delante hasta que llegué al segundo capítulo y me di cuenta de que no necesitaba obtener más información para saber qué iba a pasar, cómo iba a terminar la historia y que había muchas posibilidades de que me enfadara con el autor, los personajes y el argumento.

La premisa de la que parte resulta tentadora e interesante. Nos encontramos en una sociedad que está sobreviviendo como puede y con ayuda de la tecnología al cambio climático. Los polos se han derretido y el agua han inundado la mayor parte del planeta. Por eso, se han visto obligados a rediseñar las ciudades y cimentarlas por encima del nivel del mar, con nuevas estructuras. Es una civilización avanzada con sistemas que permiten acceder a determinados edificios o al transporte público con escáners de retina o tan solo con posar tu mano para que detecten tus huellas. Esa es, digamos, la parte bonita. La otra cara es la terrible división social que sufren. La brecha entre ricos y pobres es más que evidente. Los primeros viven en las Atalayas, la zona más alta de la ciudad, rodeados de lujos y éxito. Los segundos tienen que conformarse con casas derruidas en las Profundidades, las tierras más bajas y peor paradas por las inundaciones. Tanto es así, que su transporte habitual son lanchas y góndolas, ya que es la única forma de sortear el agua.

Además, este casi post-apocalíptico Nueva York tiene un problema añadido: los místicos. Son seres humanos que han desarrollado unos extraños poderes que no sigue ningún patrón, ya que cada uno los adquiere con una determinadas características. Lo único común que comparten son los rayos verdosos que desencadenan y la gran cantidad de energía que acumulan. Al principio, estos humanos estaban bien integrados en la sociedad y gracias a su don pudieron ayudar a reconstruir la ciudad y mejorarla. Pero desde que algunos rebeldes cometieron un atentado el día de la Conflagración, los Rose (familia poderosa que dirige la ciudad y a la cual pertenece nuestra protagonista, Aria), obligaron a todos los místicos a registrarse y a ser drenados dos veces al año, para dejarlos lo suficientemente débiles como para no ser capaces de usar sus poderes. Esta energía la almacenan en unas agujas luminosas que resguardan la ciudad. También se puede usar para fabricar una droga denominada Stic.

En este ambiente se inserta la narración de Lawrence. Aria Rose es la hija de una de las dos familias más poderosas de la ciudad y que, en ese momento, es la que domina Nueva York. Debido a una sobredosis de Stic, ha perdido gran parte de su memoria y sus recuerdos. Está prometida con Thomas Foster, primogénito de la otra familia más influyente. Siempre han estado enfrentadas entre ellas por lo que el futuro matrimonio de ambos jóvenes supone un cambio radical en su política y una unión de fuerzas de cara no solo al dominio y monopolio de la ciudad, sino a la lucha abierta que mantienen contra los místicos rebeldes, aquellos que decidieron no registrarse y no someterse al drenaje y viven ocultos en las Profundidades. Aria lleva una vida lujosa, rodeada de vestidos, joyas, fiestas, compras. Todo es maravilloso, hasta que se reencuentra con Thomas después de la sobredosis. No recuerda ningún momento junto a él, algo normal. Decide revivir sensaciones a su lado para tratar de recuperar poco a poco los recuerdos, pero los trozos de memoria que comienzan a invadirla no corresponden con su prometido. Son borrosos y sale alguien sin rostro. Pronto sospecha que hay algo que no termina de encajar e investiga por su cuenta. En una escapada a las Profundidades conoce a Hunter, un muchacho apuesto (cómo no) que la ayuda y al que no podrá sacar de su cabeza (qué novedad). A raíz de ahí, su amistad se estrechará y, a pesar de su esfuerzo por reconocer a Thomas como su enamorado, le resulta inútil. Especialmente cuando sus sentimientos por Hunter crecen. Las tensiones entre místicos rebeldes y el resto de ciudadanos crece cuando la mística Violet Brooks se alza como voz de los pobres y como oposición a la familia Rose.

Si hasta este instante, al leer el libro, no te ha resultado todo lo que ocurría demasiado evidente y sin sustancia, a partir de aquí las obviedades se disparan. No lo marcaré del todo como spoiler porque, a pesar de que no salga en la contraportada, de destripamiento no tiene nada porque si no lo has deducido en tu lectura, significa que no tienes mucho bagaje de literatura juvenil.

Como no podía ser de otra manera, Aria se enamora irremediablemente de Hunter (después de haberle visto tan solo dos puñeteros días) y, (SPOILER) al descubrir que sus recuerdos fueron borrados por sus padres para que se olvidara del muchacho ya que antes también estaban enamorados, desafía a su familia (al principio a escondidas, más tarde abiertamente) para estar con su novio místico. Y, como no podía ser de otra forma, sus padres lo descubren, bla bla, lucha, bla bla, jamás me casaré con Thomas, bla bla, le amo mucho, bla. El colmo de lo increíble y de lo absurdo es cuando se desvela que la sirvienta de Aria, Davida, estaba comprometida con Hunter e iba a casarse con él. ¿En serio? (FIN DEL SPOILER).

-Uau – dice Hunter, que inhala hondo-. Sencillamente… uau. Hunter y su don de palabra.

Aria se irá introduciendo en el mundo de Hunter y descubriendo que los místicos no son lo que sus padres le han contado. Poco a poco se verá más convencida por la causa de estos que por lo que su familia lucha, viéndose contra la espada y la pared. Tendrá que elegir, ¿ser una Rose o seguir lo que ella cree correcto?

El final no podía depararnos ninguna sorpresa. Solo hay un par (contados) de acontecimientos que me han hecho pensar, "vaya, esto no lo esperaba". Pero ya. Más soso imposible. En cuanto a los personajes, uf. Aria al principio se me hizo tolerable. Luego me daban ganas de agitarla porque la pobre es de lo más insulsa y con sangre de horchata. Es aburrida, pánfila, niñata malcriada, idiota. Por su parte, Hunter es lo más pasteloso que he visto en tiempo. El personaje me gusta, pero a veces es taaaaaaaaaan cursi que no sabía si cerrar el libro o meterme un chute de insulina a ver si se me bajaba el azúcar.

-Tu madre se opone a todo aquello en lo que creen mis padres -contesto-. Pero yo no soy mis padres.

-Aria -me susurra al oído.

-¿Sí?

-Bésame.

Unimos nuestros labios con suavidad, y siento que estoy viva, ardiendo, que puedo hacer cualquier cosa en el mundo.

(Eh, cariño, estamos teniendo una conversación trascendente que trata sobre cómo se está desmoronando nuestra sociedad, pero oye, bésame, es más importante).

No me ha gustado nada cómo estaba escrito. Es un libro demasiado directo, que no deja nada a la imaginación y muy pero que muy simplón. Las cosas suceden de un día para otro, el comportamiento de los personajes a veces es absurdo y está narrado de tal forma que parece que lo ha escrito mi prima de 13 años. Además, hay escenas estúpidas. Recuerdo un momento concreto en el que Aria se pone a hablar con su sirvienta (Davida) y de repente, así porque sí, se ponen a llorar a moco tendido. Hay cosas que me han dejado incrédula y me quedaba mirando las páginas con cara de ¿de verdad me estás contando esto? Es una lástima porque la idea es muy buena y Lawrence podría haber hecho un libro magnífico si se lo hubiera trabajado más. Pero ha decidido ir por la vía fácil consistente en juntar todos los clichés agotados hasta la saciedad y pum, meterlos de golpe. ¿Lo bueno? Que al ser tan simplón te lo lees en un par de días y, por suerte, no aburre. Demasiado.

¿Debería leerlo?

Sí y no. Sí por la ambientación, que a mi es lo que más me ha gustado. No, porque para leeros un libro de este estilo, os recomiendo la trilogía Delirium, cuyo argumento transcurre un poco por estos derroteros y, a mi modo de ver, resulta más interesante, entretenido y bonito. Por otro lado, si os habéis leído la trilogía Juntos (que sería como el hermano feo) hincadle el diente a Mystic City ya que es probable que os guste.