Título: Agatha Raisin y la quiche letal (#1)
Título original: Agatha Raisin and the Quiche of Death
Autora: M.C. Beaton
Idioma original: inglés
Saga: Agatha Raisin
Editorial: Salamandra
Año de publicación: 2021
Páginas: 256
Sinopsis: Agatha Raisin se lía la manta a la cabeza y decide marcharse de Londres para saborear las mieles de una jubilación anticipada en un tranquilo pueblo de los Cotswolds, donde no tarda en aburrirse como una ostra. Desplegar su talento para la alta cocina en el concurso gastronómico de la parroquia tendría que convertirla, por fuerza, en una celebridad. Sin embargo, al primer bocado de su exquisita quiche, el juez del concurso cae desplomado y Agatha se ve obligada a confesar la amarga verdad: la quiche letal era comprada. No hay más que una solución para que la perdonen: meterse en harina y desenmascarar ella misma al asesino.
Agatha Raisin está cansada de su vida ajetreada en Londres, así que decide vender su empresa de publicidad y prejubilarse para cumplir un sueño que le persigue desde hace años: mudarse a los Cotswold, una zona idílica de Inglaterra. Encontrará la casa perfecta en Carsely, un pueblecito tranquilo y pintoresco. Sin embargo, Agatha es una mujer de acción, que no está acostumbrada a la pausada vida de sus habitantes y que no sabe en qué invertir su repentino tiempo libre, más allá de dar paseos por el campo, visitar el mercado de Moreton-in-Marsh y poco más. A su acelerado día a día londinense le cuesta acomodarse a la languidez de su nueva residencia. Por eso, para salir de su aburrimiento, se apunta a un concurso de quiches, lo que le dará la oportunidad no solo de tener algo que hacer, sino de acercarse a sus nuevos vecinos y conocerlos mejor. Pero Agatha no es precisamente diestra en la cocina (es la reina de los precocinados), así que presenta una quiche que ha comprado en una de las mejores tiendas de Londres. Lo que parecía una forma inocente de intentar encajar en su nueva rutina, termina convirtiéndose en una desgracia. Resulta que su quiche contenía cicuta, por lo que asesina (sin querer) al juez del concurso y vecino querido del pueblo, Reginald Cummings-Browne. La policía sabe que su quiche no era casera, por lo que descarta a Agatha y declara el homicidio como un simple accidente, pero eso hace que su imagen quede por los suelos de cara a los habitantes de Carsley y que su plan para integrarse en la comunidad se vaya al traste. Además, Agatha está convencida de que es imposible que su quiche tuviera cicuta, pues ella era cliente habitual de la tienda donde la compró y conoce al dueño lo suficiente como para saber que ese descuido por su parte es inviable, por lo que llega a la conclusión de que alguien manipuló su comida y asesinó al señor Cummings-Browne usándola a ella de cebo. Así que Agatha tiene un plan para darle un poco de movimiento a su nueva y aburrida vida: descubrir si la muerte del juez fue un accidente o si, tal y como ella sospecha, alguien ha usado su quiche para matarlo.
Desde que Salamandra tomó la decisión de rescatar esta saga, cuyos primeros tomos ya fueron publicados en España en su momento, no hay lector que no haya oído hablar de la "nueva Miss Marple", esa señora con un humor de perros que tiene tendencia a verse involucrada en asesinatos de lo más variopintos, demasiados si tenemos en cuenta que ocurren en la deliciosa campiña inglesa, conocida por ser un remanso de paz. Bajo el subgénero del cozy mistery, parece que Aggie ha conquistado a un sinfín de lectores bajo sus inusuales dotes detectivescas (o más bien su lado más maruja), por lo que pese al sofoco que sentía al iniciarme en una serie compuesta por 32 novelas (nada menos), quise entender por qué a tantos lectores les estaban atrapando las intrépidas aventuras de la ex-publicista londinense. Y entenderlo lo entendí aunque, por ahora, no lo comparto.
Como digo, Agatha Raisin podría describirse como una especie de Miss Marple amargada y con carácter que decide abandonar su vida acomodada en la City de Londres para cumplir su sueño desde que era niña: comprarse una adorable casita en algún pintoresco pueblo de los Cotswold. Sin embargo, la pacífica cotidianidad de su nueva residencia pronto se verá sustituida por el tedio más absoluto, extremo opuesto a cómo eran los días para Agatha cuando trabajaba en la gran ciudad. Es por eso que se plantea participar en el concurso de quiches, para tener algo con lo que entretenerse y, de paso, integrarse Carsley y hacerse amiga de sus nuevos vecinos. No obstante, su plan no sale como debería y su quiche comprada termina matando (¿por accidente?) al juez, lo que llevará a que se convierta en la comidilla del pueblo y su propósito de caer bien a sus habitantes se vaya al traste con inusitada rapidez. Agatha quiere, en principio, dejar el incidente correr y mantener un perfil bajo hasta que la gente se olvide, pero la persistente sensación de que ha sido un asesinato premeditado no para de rondarle la cabeza. Lo que comienza con unas preguntas indiscretas para saber más acerca del matrimonio Cummings-Browne termina revelando la intensa vida amorosa del juez, sus trapicheos en los diferentes concursos en los que trabajaba y un sinfín de trapos sucios más, que la lleva a enemistarse con medio Carsley, pero, a su vez, a estar cada vez más convencida de que en ningún momento fue un accidente ni fruto de la casualidad que fuera su quiche el arma letal.
Agatha es una protagonista de armas tomar que está acostumbrada a mandar (era la dueña de su empresa de publicidad) y a que la gente la respete y le haga caso, dos características que, por razones evidentes, no se cumplen en su nueva residencia, puesto que para sus vecinos ella es la extranjera pija londinense que ha venido para cargarse sin querer al querido Cummings-Browne, encima haciendo trampas usando comida no casera. Su fuerte carácter y su insistencia a llegar al fondo del asunto, rescatando para ello todos los cotilleos necesarios, la enemistarán con más de uno, pero eso no le impedirá seguir hurgando y tirando de los hilos. Como no tiene nada mejor que hacer, lo mínimo es invertir todo su tiempo libre en limpiar su nombre. Agatha es terca y resuelta, un personaje al que le cuesta mucho acostumbrarse a un ritmo de vida tan diferente, que es incapaz de quitarse las viejas costumbres de Londres y amoldarse a su nueva realidad y que no cesa de preguntarse si habrá hecho lo correcto al perseguir ese sueño infantil de mudarse a la campiña inglesa. Investigar el supuesto asesinato es el mecanismo que emplea para acallar las voces de su cabeza y para volcar toda esa energía nerviosa en un objetivo que la mantenga entretenida. Es un personaje que me ha gustado porque me he sentido muy identificada con ella en algunos momentos y porque me complace ver protagonistas de sus características: mujer de unos cincuenta años, dueña de su propia empresa que se prejubila porque quiere y porque puede y que no tiene reparos en dejar atrás todo lo que ha conseguido para cumplir su sueño. Además, aunque sea muy cascarrabias y terca, no llega a ser insoportable, al menos para mi gusto. Lo único que quizá me ha sacado un poco del personaje es la forma en que la autora muestra su vulnerabilidad porque había escenas en las que Agatha se sentía abatida o triste y actúa de una forma que, en mi opinión, no concuerda con su personalidad. No porque se mostrara vulnerable, en absoluto, sino por la manera en que Beaton describía dicha vulnerabilidad. No podía evitar sentir que la Agatha a la que vamos conociendo poco a poco no se comportaría así.
Bill Wong, el policía del pueblo, sabe que Agatha ha estado metiendo las narices donde no le llaman y que eso tiene a los vecinos un tanto inquietos. Intenta convencerla en varias ocasiones de que su esfuerzo es inútil porque no hay ninguna prueba que demuestre que se trata de un asesinato, pero, tal vez viendo la soledad que destila esa mujer, no es tan duro como debería y la ayuda de vez en cuando en sus pesquisas, escuchándola cuando esta cree haber descubierto algo. La relación que tienen ambos es casi la de un nieto y su abuela y se desarrolla algo parecido a una amistad entre ellos. Bill es amable, comprensivo y sabe que Agatha no está en su mejor momento, así que intenta mantenerla vigilada y pasarse de vez en cuando por su casa para hacerle compañía y, de paso, asegurarse de que no se mete en demasiados líos. Otro personaje a destacar es Roy, exempleado de Agatha y el único de su trabajo con el que esta sigue manteniendo la comunicación. De hecho, Roy acude unas cuantas veces a Carsley para visitarla y sobre todo para hacer turismo y obligar a Agatha a ser la anfitriona y la guía. Roy es lo opuesto a Agatha: excéntrico, divertido, carismático y risueño. Era su asistente personal antes de que ella se jubilara y a pesar de la distancia, siguen manteniendo el contacto. Me hace mucha gracia la relación que tienen ambos, sobre todo porque dadas sus personalidades tan diferentes parecen totalmente incompatibles. Eso sí, Roy me resulta excesivamente llamativo y su comportamiento en público en ocasiones me daba un poco de vergüenza ajena (como la escena en la que se cae de la silla de la risa en un restaurante) porque tiene una forma un tanto exagerada de mostrar sus emociones. Aun así, es un gran apoyo para su Aggie y no duda ni por un instante en que haya sido un asesinato si ella está tan convencida, hasta el punto de ayudarla en lo que puede por resolverlo. En cuanto al resto de personajes, tenemos a los Bloxby (él es el cura del pueblo, ella se encarga de la vicaría), a los Boggle (un matrimonio anciano muy desagradable y pedigüeño al que Agatha tiene que llevar de excursión como parte de la Carsely Ladies Society en la que participa), Doris Simpson (a quien contrata para limpiar su casa) o James Lacey, su nuevo y apuesto vecino, un coronel retirado que se dedica a escribir y con el que Agatha se obsesionará (aunque ella diga que no).
Tal y como he dejado caer al principio Agatha Raisin y la quiche letal es una novela que me gustó, pero no me encantó. La historia que nos narra es más cozy que mistery y ese fue uno de mis principales problemas. Yo esperaba encontrar un equilibrio entre las investigaciones de Agatha con respecto al supuesto homicidio del juez y escenas bucólicas de su nueva cotidianidad que me hicieran transportarme a los Cotswold. En cambio, para mi gusto la autora se centra mucho más en cómo Agatha intenta encajar en el pueblo y reconciliarse con el rumbo que ha escogido, las dudas y la incertidumbre que le acechan sobre si ha hecho o no lo correcto, las ganas irrefrenables de abandonarlo todo y volver a Londres y las relaciones interpersonales que va desarrollando poco a poco con sus vecinos, que en el crimen en sí. De hecho, el asesinato me resulta de lo más simplón. Desde los primeros capítulos, yo ya sospechaba lo que había ocurrido en realidad y quién era el asesino y aunque esperaba estar equivocada porque me resultaba una resolución de lo más obvia, tuve razón desde el principio, lo que hizo que el libro se desinflara al final. Entre lo predecible del crimen en sí y que este queda en un segundo plano, desdibujado por los cotilleos alrededor de la figura del difunto y los tejemanejes que se traen los habitantes de Carsley, este inicio de saga me resultó un poco decepcionante porque me esperaba bastante más (sobre todo al ver a tanta gente comparar a Agatha con Miss Marple, lo que hizo que imaginara un asesinato bastante más complejo e intrigante de lo que terminó siendo). Realmente, La quiche letal es una novela muy muy introductoria que solo sirve para presentarte a la protagonista, sus circunstancias y a sus nuevos vecinos, así como para dotar a Agatha de unas dotes detectivescas que, imagino, seguirá expandiendo en novelas posteriores, pero nada más. Son unos 32 libros aproximadamente, por lo que supongo que según vayamos avanzando en la saga nos encontraremos crímenes más elaborados, no tan obvios y situaciones más complejas. O eso quiero creer.
Eso sí, he de reconocer que es una obra que te lees en un suspiro debido tanto a su extensión (de apenas 250 páginas) como a la ligereza el estilo narrativo de M.C. Beaton. Asimismo, mencionar que me han gustado mucho las descripciones paisajísticas del pintoresco Carsley (que por cierto, por desgracia no existe, pero el resto de localidades mencionadas sí y son tal y como te imaginas al propio Carsley) y de sus alrededores, por lo que si lo que verdaderamente os interesa es un escenario idílico en el que leer a una señora aprendiendo a hornear, haciendo sus cosas típicas de pueblo y convirtiéndose en una maruja entrometida de pies a cabeza, sin duda esta es vuestra novela.
Agatha Raisin y la quiche letal ha sido un inicio de saga decepcionante que no está a la altura, en mi opinión, de todas las reseñas maravillosas que había escuchado al respecto. Si lo que estáis buscando es un buen misterio, no es lo que vais a encontrar aquí ya que las pistas que aporta la autora sobre el criminal son demasiado obvias como para ignorarlas y probablemente acertéis de pleno en vuestras pesquisas. Eso sí, entiendo por qué se ha vuelto tan famoso dentro del cozy mistery porque otra cosa no, pero buenas cantidades de cozy tiene. Sin embargo, Agatha me ha parecido lo suficientemente maravillosa como para querer seguir leyendo sobre sus aventuras y bajo la promesa de que, teniendo en cuenta la longitud de la saga, estoy convencida de que esto no ha hecho más que empezar y existen muchas posibilidades de mejora.
¡Hola!
ResponderEliminarQué lástima que no te haya terminado de convencer. Esperemos que en las siguientes novelas el misterio tenga un poco más de protagonismo. ¡Muchas gracias por tu reseña!
Nos vemos entre páginas
La vida de mi silencio