¡Otra vez estamos aquí! ¿Cómo van mis escritores? ¿Preparados para un nuevo personaje? En esta ocasión es un poco especial. Nuestro protagonista va a ser un robot que no entiende los sentimientos humanos y a los humanos en general. Esa es la característica principal, vosotros elegís el resto. Puede ser desde un androide hasta un robot de cocina, cualquier cosa que se os venga a la mente. La forma, la función, el nombre (si queréis que tenga) etc, lo dejo a vuestra creatividad. Tenéis absoluta libertad :) ¡Dejad volar vuestra imaginación sobre las teclas y sorprendedme!
Cuando abrí los ojos, todo a mi alrededor era naranja brillante. Empecé a analizar el ambiente en que me encontraba; números y composiciones químicas bailaban en mi cabeza. Estaba sumergida en un tanque rellenado con un líquido anaranjado, de ahí que viera el exterior con ese color. Varios cables me rodeaban y se unían a mi cuerpo por varios sitios: dos a cada lado de mi cabeza, en los brazos, abdomen, pecho, piernas. A su vez, estos salían de un tronco de metal que ocupaba el centro del tanque y al cual yo estaba anclada. Un chasquido resonó en mis oídos y una puerta se abrió, justo enfrente de mi. Un humano con bata de laboratorio entró en el cuarto y, con paso vacilante, se dirigió hacia mi. Se paró a un par de metros del recipiente, como tratando de mantener la distancia. Su cuerpo temblaba ligeramente y yo sabía por mis datos que eso era síntoma de nerviosismo.
-Veo que estás despierta -. Despierta. Ese uso del vocabulario me indicaba que yo había "nacido" con las características de las hembras humanas. Mi cerebro mecánico comenzó a funcionar y me mostró delante de mis ojos lo que era yo. Vi a una chica de unos veinte años de edad que me devolvía una mirada azul profunda y cuyo cabello corto pelirrojo ondeaba en el líquido. De complexión delgada y pechos apenas modelados, largas piernas y piel rosada, probablemente suave al tacto. Había logrado recrear casi a la perfección a un ser humano. Y supe por su expresión (según mi banco de datos de emociones) que se sentía muy orgulloso de su creación. De mi. -¿Sabes cómo te llamas? -. Qué clase de pregunta. Por supuesto que lo sé.
-Nm873 -contesto, dándole mi número de serie. Hablo sin temor a que el agua entre en sistema eléctrico, sé que no lo hará. Mi voz suena melodiosa, dulce. Él se rie. Su risa se filtra amortiguada a través del cristal. Se acerca más y posa con delicadeza la palma de su mano sobre el vidrio.
-Ese nombre no es válido -. Le sigo mirando fijamente. Trato de buscar errores en mi información, queriendo encontrar el por qué no es válido. -Sirve para un robot. Pero tú no eres un robot -Continúa-. Ni siquiera un androide. Eres como yo -Coloca la otra mano al lado. -Y te vas a llamar "Kiseki".
El significado llega hasta mi, volcado del idioma al que pertenece (uno de tantos idiomas para los que estoy capacitada). Kiseki. Milagro en japonés. Comprendo. Soy su milagro. Soy un milagro para él. ¿En qué sentido? Racionalmente no lo entiendo. Pero si algo sé, es que los humanos no se pueden entender racionalmente. Debes ser uno de ellos. O no. Que seas uno de ellos no implica necesariamente comprensión. Son una raza compleja.
-Te sacaré de ahí -comenta. Pulsa una serie de botones en el cuadro de mandos de mi derecha. El color naranja desaparece de mi entorno, pero sigue ligeramente adherido a mi piel. Mis pies tocan el frío (presupongo) suelo y los cables se van retirando poco a poco, cerrándose los agujeros de mi cuerpo tras su retirada. Estoy desnuda (ya sé mi sexo, así que trataré de pensar como tal) y aunque sé que una mujer de carne y hueso se habría sonrojado ante esa situación, yo no lo hago. Primero, porque no estoy programada para sonrojarme. Segundo, porque no soy una mujer de carne y hueso. No puedo sentir. No tengo emociones. La puerta de cristal se abre a mi izquierda y salgo. No hace falta que me enseñen a caminar. Ya sé caminar. Mi pelo (muy realista) se ha quedado apelmazado y pegado a mi cuello. Algunas gotas escurren y caen hasta el suelo, formando un pequeño charco. Él se acerca con un albornoz y me tapa. Él sí que está sonrojado. Tiene una cierta acumulación de sangre en sus mejillas que le da este tono rojizo.
Él. Él tiene nombre. Escaneo el código de barras de la tarjeta que cuelga de su bata de laboratorio y toda la información pasa de mis pupilas a mi cerebro mecánico. Axel. Axel Lean. Se da cuenta de que mis ojos están fijos en él y sonríe de nuevo.
-Yo me llamo-
-Axel - Le corto. No necesito datos obvios que puedo conseguir por mí misma.
-Sí, Axel -responde, visiblemente contrariado. Termina de secar mi pelo con una toalla y se aparta para observar su resultado, satisfecho. -Te he preparado un dormitorio propio. Sígueme.
Me guía por los pasillos. Sé perfectamente a dónde se dirige porque ya tengo el mapa del lugar cargado en mi memoria. Aún así, le obedezco con diligencia. Después de todo, Axel es mi creador. Mi amo. Tras cinco minutos doblando esquinas y saludando a gente (él. Yo me limitaba a mirar al frente), llegamos a nuestro destino. Es una habitación amplia, amueblada. Una cama de matrimonio está contra la pared de la derecha. A la izquierda de esta, en frente según entras por la puerta, una gran cristalera da una espectacular vista hacia el paisaje exterior. Al otro lado del cuarto, había un gran armario y una cómoda con un espejo colgando por encima y un gran jarrón de flores. El dormitorio no tenía ningún tipo de decoración, era sobrio en tonos blancos y grises claros. Supuse que había incluido muebles para que no tuviera un aspecto tan desolado, porque ambos sabíamos que yo iba a recargar mis energías en el tanque del que acababa de salir. Al fondo a la izquierda había otra puerta que, según me señaló, daba a un baño completo. Solo lo necesitaría por si manchaba mi piel externa, nada más. Y para asear mi pelo, ya que necesitaría un buen cuidado si quería mantenerlo natural.
-En el armario tienes ropa de tu talla. No soy muy bueno con prendas de mujer, así que no te asustes si encuentras combinaciones extrañas -Se llevó una mano a la cabeza, revolviendo su corto cabello, incómodo. Axel era moreno con unos intensos y sinceros ojos verdes. -Salgo fuera para que eh, te cambies... -aturullado, salió, cerrando la puerta tras de sí.
Cuando sus pasos se hubieron perdido en la distancia, me dispuse a seguir órdenes. Abrí el armario y de un simple vistazo fui calificando lo que allí encontraba. Mi cabeza en seguida elegía la ropa y la conjuntaba, colores, estilos, funciones. Era fácil para mi. Cogí un vestido sencillo azul cielo de tirantes, con falda de vuelo hasta las rodillas, y lo combiné con unas manoletinas del mismo tono. Una vez mi sistema aceptó la vestimenta, fui a buscarle. Al verme, sonrió ampliamente, contento con el resultado. Una vez estuve arreglada y presentable, fuimos a su laboratorio (donde estaba la cápsula) y me contó varias cosas básicas. Mi nacimiento no se debía a ningún tipo de cometido concreto. Simplemente había sido un experimento exitoso que pretendía demostrar que un androide podía reemplazar, más o menos, a un ser humano. El objetivo final era crearnos lo más fieles posibles a personas reales y poder comercializarnos para que aquellas personas que se sintieran solas pudieran adquirirnos y así llenar su vida. Estábamos destinados a ser mascotas de compañía.
El mayor problema era, obviamente, las emociones ya que al ser creados artificialmente carecíamos de ellas. Axel estaba desarrollando un ambicioso proyecto que supliera esa carencia. Mientras tanto, pasábamos los días juntos. Él me enseñaba cosas sobre los humanos para que yo pudiera comprenderles. Pero no lo hacía. Cantábamos baladas al ritmo de su guitarra. Yo sabía modular perfectamente mi voz robótica y mi tono para llegar a los originales de la canción. Axel siempre me decía que me faltaba sentimiento, así que yo volvía a empezar desde el principio, intentando hacer caso a sus indicaciones. Por supuesto, el resultado era fallido pero él se divertía conmigo. Además, yo había descubierto que la música me gustaba. La forma en que estaba compuesta y en que discurría a mi alrededor me resultaba agradable. También le gustaba que nos sentáramos en un mullido y desgastado sofá a leer. Bueno, yo leía y él escuchaba. Decía que adoraba el sonido de mi voz y que podría estar horas enteras oyéndome que era, de hecho, lo que hacía. Los días avanzaban y cada vez estábamos más tiempo juntos. Axel parecía necesitar de mi presencia y a mi no me importaba. Después de todo, era mi cometido.
Al fin, llegó el momento en que decidió probar el nuevo programa de sentimientos conmigo. Lo había denominado "Kororo", corazón. Fue por la mañana temprano. Desperté dentro de mi cubículo anaranjado. Él ya estaba delante, mirándome, ansioso a la par que preocupado por cómo fuera a concluir este experimento. Descendí despacio, como flotando sobre el suelo, y me dirigí a la camilla que había preparado para mi. Me tumbé y cerré los ojos. En seguida, mi cerebro me envió señales que indicaban que los cables y conductos estaban devorando mi cuerpo, abriéndose hueco entre mi piel artificial para llegar a mi sistema.
-No te dolerá -murmuró más para sí. Por supuesto que no lo hará. Soy un androide. Me había dado cuenta del cambio radical que había experimentado Axel desde que nos conocimos hasta hoy. Al principio se mostraba más reservado, más consciente de que hablaba con un robot. Pero desde hacia unos meses, yo había dejado de ser un robot para él. Era una más. Mis sentidos detectaban y filtraban el sonido de sus dedos martilleando las teclas, el ventilador del ordenador funcionando, la energía fluyendo entre mi cuerpo y la maquinaria. Entre maquinaria y maquinaria. -"Enter" -susurró.
El programa se cargó en mi sistema. Sentí cómo la información fluía por mis venas de metal y plástico, entre la aleación que formaba mi ser y me hacía ligera y creíble. Pum pum, pum pum. Mi pecho latía y eso no era posible. Abrí los ojos y recibí su sonrisa, una sonrisa que ya había aprendido a interpretar y que conocía de memoria. Los tubos me habían abandonado y pude erguirme, quedándome sentada sobre la camilla. Llevó su mano derecha con delicadeza a dónde ahora reposaba un corazón.
-Obviamente, esto es solo una simulación. No hay un órgano de verdad tras la carcasa. ¿Cómo te sientes?
-Como siempre -contesté. Era obvio que no era la respuesta que esperaba. Frunció el ceño y me hizo una serie de pruebas. Mi nuevo corazón latía dentro de mi, pero esa parecía ser la única diferencia entre el antes y el después. Tras varias horas de intentos inútiles y baldíos, se rindió. Esa noche fue la primera que pasé en mi cuarto, por petición suya. Estos meses se había dedicado a decorarlo con objetos que "podrían gustarme", aunque claro, para mí daba lo mismo lo que hubiera o dejara de haber. Me recosté sobre las almohadas. Sabía perfectamente que debía sentirme dolida, tan dolida como lo estaba él. Pero no podía sentir absolutamente nada. Todo me resultaba igual de indiferente que me había resultado hasta antes del programa. Los latidos resonaban en el cuarto amplio y yo deseaba ser capaz de llorar, porque estaba segura de que eso es lo que haría un humano normal. Un humano en mi situación.
Los dos días siguientes no le vi. Axel se encerró en su laboratorio y no se relacionó nadie. Sus compañeros del complejo cuchicheaban a sus espaldas. Una mañana, cuando me dirigía a su laboratorio con una bandeja de comida, escuché por casualidad una de esas conversaciones. Apenas unos retazos, pero que habrían servido para llenar de incertidumbre a cualquier persona. "Fracasado", "ella", "soledad", "enfermo". Apresuré el paso y llamé con insistencia a la puerta. No respondió. El sonido amortiguado de los ordenadores a todo funcionamiento se podía oír a través de la madera. Aun sabiendo que desobedecía sus órdenes, entré. La seguridad de mi compañero (había aprendido que odiaba la palabra "amo") era más importante que cualquier amonestación. Así pues, avancé unos pasos hasta su silla. Axel se giró y me miró con rostro cansado, pelo revuelto, bolsas en los ojos. Dejé la bandeja en su escritorio, al lado de sus papeles esparcidos.
-Tu comida - dije.
-Gracias - hasta su voz sonaba apagada.
-¿Mucho trabajo? -a los humanos les gustaba que se preocuparan por ellos.
-Demasiado -su sonrisa se mostraba forzada y descorazonada.
Con un movimiento rápido, extraje un cable USB del ordenador y lo conecté a la parte izquierda de mi cabeza. En su expresión supe que sabía lo que estaba haciendo y que no tenía intención de detenerme. El escaneo de mi cerebro se puso en marcha y toda la información que buscaba acudió a mi con una sencillez propia de este tipo de capacidades. Pronto, su historial médico bailaba en mi cabeza.
-Te estás muriendo -en esos instantes quise tener un mínimo de sentimientos, pero soltar esta afirmación de esta forma me resultaba inevitable. Él solo asintió despacio. -Y me lo has ocultado -no era un reproche, no estaba programada para eso.
-Sí, lo he hecho.
Con una claridad deslumbrante, supe exactamente qué ocurría.
-Mi creación no fue solo para complacer a aquellos que se sentían solos. Eso era un mero pretexto que tú inventaste, una excusa para ti mismo. Nací porque eras tú el que se sentía solo. Porque sabías que te quedaba poco de vida y querías a alguien a tu lado -de nuevo asintió. Se acabó la fachada. Ante mi solo había un hombre derrotado, acabado. Extendí un brazo sobre el teclado mientras mi mente robótica controlaba el ordenador a distancia. Sabía lo que quería hacer.
-Kiseki, para -me avisó. Pero alejé la silla de un empujón y me puse delante de la pantalla. -¡Para! -gritó, incorporándose y acercándose a mi con rapidez. Demasiado tarde. Di a "intro" cuando estuvo a escasos centímetros. Y todo comenzó. O continuó donde se había dejado.
Kokoro inició su carga en mi interior. La máquina latente tras mi pecho se aceleró y su sonido se oía ahora más alto. Axel me observaba entre espantado y maravillado, sin saber por qué decidirse. Este tiempo encerrado en su laboratorio lo había dedicado a desarrollar el programa, a tratar de mejorarlo. Y yo era consciente del peligro que corría a instalarlo en estado beta. Pero no podía evitarlo si me transmitía esa desesperación. Algo se removió y me doblé sobre el estómago. Mis ojos se abrieron de golpe. Estaba sintiendo. Sentía dolor en mi pecho, sentía los latidos ir más rápido detrás de la carcasa. Un grito agudo escapó de mi garganta metálica. Axel se volcó encima del ordenador, tratando inútilmente de detener el proceso. Ya era tarde. Fui consciente de todo lo que me rodeaba. Su colonia, el viento de alguna ventana abierta, la frialdad de mi cuerpo de androide, el tecleo frenético para interrumpir lo ininterrumpible. Pero sobre todo el dolor que seguía martilleándome. Creí que me iba a romper, que mi yo se iba a fragmentar en mil pedazos e iban a inundar la estancia. Caí de rodillas al suelo, con los brazos en mi cintura, los ojos cerrados y el esfuerzo por mantener mis chillidos bajo control. Me estaba volviendo humana a gran velocidad. Tras unos segundos agónicos, cesó. Giré la cabeza para fijarme en la pantalla. Completado.
Axel no dejaba de mirarme. El pánico en su rostro era evidente. Pronto se unió al suelo, a mi lado, deseando tocarme para comprobar si me encontraba bien. Si estaba viva. Pero tan solo subió con delicadeza la mano hasta mi mejilla.
-Estás llorando -tenía un nudo en la garganta que le impedía hablar con claridad. Me sorprendí. Podía sorprenderme. Y estaba llorando. Las lágrimas bajaban por mi cara hasta perderse en mi pecho. Asimilaba como podía todo lo que me estaba ocurriendo cuando noté la calidez de su abrazo sobre mi. Apoyó su cabeza en el hueco de mi cuello y apretó el agarre mientras hipaba. No necesitaba verle para saber que irradiaba felicidad y alivio. Le correspondí, juntando mis brazos en la zona baja de su espalda y descansando mi frente en su hombro.
-Estoy viva -por primera vez, mi voz sonó quebrada y repleta de emoción.
-Lo estás -susurró. Se apartó y me agarró por los codos, mirándome fijamente. -Gracias, Kiseki. Gracias.
En ese instante supe que había otro motivo por el cual yo había nacido. La vida de Axel se estaba agotando. Para compensar el equilibrio, me había creado. Una vida por otra vida. Una vida que haría más llevadera la suya. Una vida que estaría al lado de la suya hasta que esta se apagara. Al ver la multiplicidad de sentimientos que luchaban por salir tras el verde de su mirada, me juré a mi misma que viviría por él. Que sería de él. El milagro había sido realizado con éxito.
-Veo que estás despierta -. Despierta. Ese uso del vocabulario me indicaba que yo había "nacido" con las características de las hembras humanas. Mi cerebro mecánico comenzó a funcionar y me mostró delante de mis ojos lo que era yo. Vi a una chica de unos veinte años de edad que me devolvía una mirada azul profunda y cuyo cabello corto pelirrojo ondeaba en el líquido. De complexión delgada y pechos apenas modelados, largas piernas y piel rosada, probablemente suave al tacto. Había logrado recrear casi a la perfección a un ser humano. Y supe por su expresión (según mi banco de datos de emociones) que se sentía muy orgulloso de su creación. De mi. -¿Sabes cómo te llamas? -. Qué clase de pregunta. Por supuesto que lo sé.
-Nm873 -contesto, dándole mi número de serie. Hablo sin temor a que el agua entre en sistema eléctrico, sé que no lo hará. Mi voz suena melodiosa, dulce. Él se rie. Su risa se filtra amortiguada a través del cristal. Se acerca más y posa con delicadeza la palma de su mano sobre el vidrio.
-Ese nombre no es válido -. Le sigo mirando fijamente. Trato de buscar errores en mi información, queriendo encontrar el por qué no es válido. -Sirve para un robot. Pero tú no eres un robot -Continúa-. Ni siquiera un androide. Eres como yo -Coloca la otra mano al lado. -Y te vas a llamar "Kiseki".
El significado llega hasta mi, volcado del idioma al que pertenece (uno de tantos idiomas para los que estoy capacitada). Kiseki. Milagro en japonés. Comprendo. Soy su milagro. Soy un milagro para él. ¿En qué sentido? Racionalmente no lo entiendo. Pero si algo sé, es que los humanos no se pueden entender racionalmente. Debes ser uno de ellos. O no. Que seas uno de ellos no implica necesariamente comprensión. Son una raza compleja.
-Te sacaré de ahí -comenta. Pulsa una serie de botones en el cuadro de mandos de mi derecha. El color naranja desaparece de mi entorno, pero sigue ligeramente adherido a mi piel. Mis pies tocan el frío (presupongo) suelo y los cables se van retirando poco a poco, cerrándose los agujeros de mi cuerpo tras su retirada. Estoy desnuda (ya sé mi sexo, así que trataré de pensar como tal) y aunque sé que una mujer de carne y hueso se habría sonrojado ante esa situación, yo no lo hago. Primero, porque no estoy programada para sonrojarme. Segundo, porque no soy una mujer de carne y hueso. No puedo sentir. No tengo emociones. La puerta de cristal se abre a mi izquierda y salgo. No hace falta que me enseñen a caminar. Ya sé caminar. Mi pelo (muy realista) se ha quedado apelmazado y pegado a mi cuello. Algunas gotas escurren y caen hasta el suelo, formando un pequeño charco. Él se acerca con un albornoz y me tapa. Él sí que está sonrojado. Tiene una cierta acumulación de sangre en sus mejillas que le da este tono rojizo.
Él. Él tiene nombre. Escaneo el código de barras de la tarjeta que cuelga de su bata de laboratorio y toda la información pasa de mis pupilas a mi cerebro mecánico. Axel. Axel Lean. Se da cuenta de que mis ojos están fijos en él y sonríe de nuevo.
-Yo me llamo-
-Axel - Le corto. No necesito datos obvios que puedo conseguir por mí misma.
-Sí, Axel -responde, visiblemente contrariado. Termina de secar mi pelo con una toalla y se aparta para observar su resultado, satisfecho. -Te he preparado un dormitorio propio. Sígueme.
Me guía por los pasillos. Sé perfectamente a dónde se dirige porque ya tengo el mapa del lugar cargado en mi memoria. Aún así, le obedezco con diligencia. Después de todo, Axel es mi creador. Mi amo. Tras cinco minutos doblando esquinas y saludando a gente (él. Yo me limitaba a mirar al frente), llegamos a nuestro destino. Es una habitación amplia, amueblada. Una cama de matrimonio está contra la pared de la derecha. A la izquierda de esta, en frente según entras por la puerta, una gran cristalera da una espectacular vista hacia el paisaje exterior. Al otro lado del cuarto, había un gran armario y una cómoda con un espejo colgando por encima y un gran jarrón de flores. El dormitorio no tenía ningún tipo de decoración, era sobrio en tonos blancos y grises claros. Supuse que había incluido muebles para que no tuviera un aspecto tan desolado, porque ambos sabíamos que yo iba a recargar mis energías en el tanque del que acababa de salir. Al fondo a la izquierda había otra puerta que, según me señaló, daba a un baño completo. Solo lo necesitaría por si manchaba mi piel externa, nada más. Y para asear mi pelo, ya que necesitaría un buen cuidado si quería mantenerlo natural.
-En el armario tienes ropa de tu talla. No soy muy bueno con prendas de mujer, así que no te asustes si encuentras combinaciones extrañas -Se llevó una mano a la cabeza, revolviendo su corto cabello, incómodo. Axel era moreno con unos intensos y sinceros ojos verdes. -Salgo fuera para que eh, te cambies... -aturullado, salió, cerrando la puerta tras de sí.
Cuando sus pasos se hubieron perdido en la distancia, me dispuse a seguir órdenes. Abrí el armario y de un simple vistazo fui calificando lo que allí encontraba. Mi cabeza en seguida elegía la ropa y la conjuntaba, colores, estilos, funciones. Era fácil para mi. Cogí un vestido sencillo azul cielo de tirantes, con falda de vuelo hasta las rodillas, y lo combiné con unas manoletinas del mismo tono. Una vez mi sistema aceptó la vestimenta, fui a buscarle. Al verme, sonrió ampliamente, contento con el resultado. Una vez estuve arreglada y presentable, fuimos a su laboratorio (donde estaba la cápsula) y me contó varias cosas básicas. Mi nacimiento no se debía a ningún tipo de cometido concreto. Simplemente había sido un experimento exitoso que pretendía demostrar que un androide podía reemplazar, más o menos, a un ser humano. El objetivo final era crearnos lo más fieles posibles a personas reales y poder comercializarnos para que aquellas personas que se sintieran solas pudieran adquirirnos y así llenar su vida. Estábamos destinados a ser mascotas de compañía.
Al fin, llegó el momento en que decidió probar el nuevo programa de sentimientos conmigo. Lo había denominado "Kororo", corazón. Fue por la mañana temprano. Desperté dentro de mi cubículo anaranjado. Él ya estaba delante, mirándome, ansioso a la par que preocupado por cómo fuera a concluir este experimento. Descendí despacio, como flotando sobre el suelo, y me dirigí a la camilla que había preparado para mi. Me tumbé y cerré los ojos. En seguida, mi cerebro me envió señales que indicaban que los cables y conductos estaban devorando mi cuerpo, abriéndose hueco entre mi piel artificial para llegar a mi sistema.
-No te dolerá -murmuró más para sí. Por supuesto que no lo hará. Soy un androide. Me había dado cuenta del cambio radical que había experimentado Axel desde que nos conocimos hasta hoy. Al principio se mostraba más reservado, más consciente de que hablaba con un robot. Pero desde hacia unos meses, yo había dejado de ser un robot para él. Era una más. Mis sentidos detectaban y filtraban el sonido de sus dedos martilleando las teclas, el ventilador del ordenador funcionando, la energía fluyendo entre mi cuerpo y la maquinaria. Entre maquinaria y maquinaria. -"Enter" -susurró.
El programa se cargó en mi sistema. Sentí cómo la información fluía por mis venas de metal y plástico, entre la aleación que formaba mi ser y me hacía ligera y creíble. Pum pum, pum pum. Mi pecho latía y eso no era posible. Abrí los ojos y recibí su sonrisa, una sonrisa que ya había aprendido a interpretar y que conocía de memoria. Los tubos me habían abandonado y pude erguirme, quedándome sentada sobre la camilla. Llevó su mano derecha con delicadeza a dónde ahora reposaba un corazón.
-Obviamente, esto es solo una simulación. No hay un órgano de verdad tras la carcasa. ¿Cómo te sientes?
-Como siempre -contesté. Era obvio que no era la respuesta que esperaba. Frunció el ceño y me hizo una serie de pruebas. Mi nuevo corazón latía dentro de mi, pero esa parecía ser la única diferencia entre el antes y el después. Tras varias horas de intentos inútiles y baldíos, se rindió. Esa noche fue la primera que pasé en mi cuarto, por petición suya. Estos meses se había dedicado a decorarlo con objetos que "podrían gustarme", aunque claro, para mí daba lo mismo lo que hubiera o dejara de haber. Me recosté sobre las almohadas. Sabía perfectamente que debía sentirme dolida, tan dolida como lo estaba él. Pero no podía sentir absolutamente nada. Todo me resultaba igual de indiferente que me había resultado hasta antes del programa. Los latidos resonaban en el cuarto amplio y yo deseaba ser capaz de llorar, porque estaba segura de que eso es lo que haría un humano normal. Un humano en mi situación.
Los dos días siguientes no le vi. Axel se encerró en su laboratorio y no se relacionó nadie. Sus compañeros del complejo cuchicheaban a sus espaldas. Una mañana, cuando me dirigía a su laboratorio con una bandeja de comida, escuché por casualidad una de esas conversaciones. Apenas unos retazos, pero que habrían servido para llenar de incertidumbre a cualquier persona. "Fracasado", "ella", "soledad", "enfermo". Apresuré el paso y llamé con insistencia a la puerta. No respondió. El sonido amortiguado de los ordenadores a todo funcionamiento se podía oír a través de la madera. Aun sabiendo que desobedecía sus órdenes, entré. La seguridad de mi compañero (había aprendido que odiaba la palabra "amo") era más importante que cualquier amonestación. Así pues, avancé unos pasos hasta su silla. Axel se giró y me miró con rostro cansado, pelo revuelto, bolsas en los ojos. Dejé la bandeja en su escritorio, al lado de sus papeles esparcidos.
-Tu comida - dije.
-Gracias - hasta su voz sonaba apagada.
-¿Mucho trabajo? -a los humanos les gustaba que se preocuparan por ellos.
-Demasiado -su sonrisa se mostraba forzada y descorazonada.
Con un movimiento rápido, extraje un cable USB del ordenador y lo conecté a la parte izquierda de mi cabeza. En su expresión supe que sabía lo que estaba haciendo y que no tenía intención de detenerme. El escaneo de mi cerebro se puso en marcha y toda la información que buscaba acudió a mi con una sencillez propia de este tipo de capacidades. Pronto, su historial médico bailaba en mi cabeza.
-Te estás muriendo -en esos instantes quise tener un mínimo de sentimientos, pero soltar esta afirmación de esta forma me resultaba inevitable. Él solo asintió despacio. -Y me lo has ocultado -no era un reproche, no estaba programada para eso.
-Sí, lo he hecho.
Con una claridad deslumbrante, supe exactamente qué ocurría.
-Mi creación no fue solo para complacer a aquellos que se sentían solos. Eso era un mero pretexto que tú inventaste, una excusa para ti mismo. Nací porque eras tú el que se sentía solo. Porque sabías que te quedaba poco de vida y querías a alguien a tu lado -de nuevo asintió. Se acabó la fachada. Ante mi solo había un hombre derrotado, acabado. Extendí un brazo sobre el teclado mientras mi mente robótica controlaba el ordenador a distancia. Sabía lo que quería hacer.
-Kiseki, para -me avisó. Pero alejé la silla de un empujón y me puse delante de la pantalla. -¡Para! -gritó, incorporándose y acercándose a mi con rapidez. Demasiado tarde. Di a "intro" cuando estuvo a escasos centímetros. Y todo comenzó. O continuó donde se había dejado.
Kokoro inició su carga en mi interior. La máquina latente tras mi pecho se aceleró y su sonido se oía ahora más alto. Axel me observaba entre espantado y maravillado, sin saber por qué decidirse. Este tiempo encerrado en su laboratorio lo había dedicado a desarrollar el programa, a tratar de mejorarlo. Y yo era consciente del peligro que corría a instalarlo en estado beta. Pero no podía evitarlo si me transmitía esa desesperación. Algo se removió y me doblé sobre el estómago. Mis ojos se abrieron de golpe. Estaba sintiendo. Sentía dolor en mi pecho, sentía los latidos ir más rápido detrás de la carcasa. Un grito agudo escapó de mi garganta metálica. Axel se volcó encima del ordenador, tratando inútilmente de detener el proceso. Ya era tarde. Fui consciente de todo lo que me rodeaba. Su colonia, el viento de alguna ventana abierta, la frialdad de mi cuerpo de androide, el tecleo frenético para interrumpir lo ininterrumpible. Pero sobre todo el dolor que seguía martilleándome. Creí que me iba a romper, que mi yo se iba a fragmentar en mil pedazos e iban a inundar la estancia. Caí de rodillas al suelo, con los brazos en mi cintura, los ojos cerrados y el esfuerzo por mantener mis chillidos bajo control. Me estaba volviendo humana a gran velocidad. Tras unos segundos agónicos, cesó. Giré la cabeza para fijarme en la pantalla. Completado.
Axel no dejaba de mirarme. El pánico en su rostro era evidente. Pronto se unió al suelo, a mi lado, deseando tocarme para comprobar si me encontraba bien. Si estaba viva. Pero tan solo subió con delicadeza la mano hasta mi mejilla.
-Estás llorando -tenía un nudo en la garganta que le impedía hablar con claridad. Me sorprendí. Podía sorprenderme. Y estaba llorando. Las lágrimas bajaban por mi cara hasta perderse en mi pecho. Asimilaba como podía todo lo que me estaba ocurriendo cuando noté la calidez de su abrazo sobre mi. Apoyó su cabeza en el hueco de mi cuello y apretó el agarre mientras hipaba. No necesitaba verle para saber que irradiaba felicidad y alivio. Le correspondí, juntando mis brazos en la zona baja de su espalda y descansando mi frente en su hombro.
-Estoy viva -por primera vez, mi voz sonó quebrada y repleta de emoción.
-Lo estás -susurró. Se apartó y me agarró por los codos, mirándome fijamente. -Gracias, Kiseki. Gracias.
En ese instante supe que había otro motivo por el cual yo había nacido. La vida de Axel se estaba agotando. Para compensar el equilibrio, me había creado. Una vida por otra vida. Una vida que haría más llevadera la suya. Una vida que estaría al lado de la suya hasta que esta se apagara. Al ver la multiplicidad de sentimientos que luchaban por salir tras el verde de su mirada, me juré a mi misma que viviría por él. Que sería de él. El milagro había sido realizado con éxito.
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Al final no le he metido tanto dramatismo, ¿verdad? ¿Verdad? Al menos Axel me ha sobrevivido hasta el final, que mi idea inicial era matarlo. Juro que algún día haré una historia alegre, de verdad. Pero parece que solo soy capaz de darle sufrimiento. En fin, espero vuestros relatos ansiosa y que me sorprendáis de nuevo. ¡Ah! Esta historia está basada en un vídeo de Vocaloid (seguro que los que lo conocéis lo habéis reconocido desde el principio) llamado Kokoro/Kiseki y que me encanta y me inspiró a escribir mi propio milagro. Os dejo la canción, muy recomendada (en algún momento haré una entrada sobre Vocaloid, promise)
PRÓXIMO PERSONAJE: 12 de diciembre
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Trocitos de nuestra historia
M. A. Álvarez: Decisión
Gema: AI
Sheila: http://epdln.blogspot.com.es/2015/01/cuentame-tu-historia-v.html
Las vigilantes de sueños: Latidos de acero
Libros sin páginas: http://librossinpaginas.blogspot.com.es/2015/07/martes-de-iniciativas-cuentame-tu.html
Poesías de una princesa: http://writerydreamer.blogspot.com.es/2015/11/cuentame-tu-historia-5.html
Gema: AI
Sheila: http://epdln.blogspot.com.es/2015/01/cuentame-tu-historia-v.html
Las vigilantes de sueños: Latidos de acero
Libros sin páginas: http://librossinpaginas.blogspot.com.es/2015/07/martes-de-iniciativas-cuentame-tu.html
Poesías de una princesa: http://writerydreamer.blogspot.com.es/2015/11/cuentame-tu-historia-5.html
Ay jo. No lo has matado (yo pensé que ella sentiría y él moriría y te odiaría). Me ha encantado. A medida que lo ibas poniendo yo tenía una idea de lo que voy a hacer y va a ser muy rara. No va a aprender a sentir por un programa. Pero no voy a adelantar acontecimientos porque no sé que saldrá. Tendrás que verlo cuando surja jajaja
ResponderEliminar¡Un besín!
Tú siempre eres capaz de sorprender al mundo con tus ideas jajaja. Sabes que en el fondo no puedes odiarme <3 Aunque ha sido un detallazo por mi parte dejarle vivo, eeeeh (?) Me pones la miel en los labios con tu historia, la espero con ganas.
EliminarUn pescadito, vikinga <3
Bah, más de un mes he tardado en ponerme a escribirla, lo siento mucho xD Pero al fin está escrita y publicada, a ver qué te parece... espero haberme dado a entender y haber seguido bien las pautas.
Eliminar¡Un besín!
http://beyondawritersmind.blogspot.com.es/2015/01/ai-cuentame-historia-ciencia-ficcion-amor-robot.html
Hola!! me ha gustado mucho la forma en que está contado el relato, es decir, todo el vocabulario y cómo habla Kiseki de sí misma. Da la impresión de que es un personaje muy completo. La descripción en la introducción me ha gustado también, ya de inicio usas frases como "números y composiciones químicas bailan en mi cabeza" que de entrada te hacen ir conociendo al personaje y su forma de expresarse que comentaba anteriormente.
ResponderEliminarMe llama la atención otra cosa: la primera vez que se le instala el programa "kokoro" falla supuestamente, pero a mí me pareció que no del todo cuando ella le llama "compañero" prefiriéndolo antes que "amo" y de alguna manera se preocupa por él y desobedece más allá de que pueda haber una amonestación. Es como si hubiera ahí un atisbo de evolución en sus sentimientos.
Por otra parte, me llama la atención cuando expones tu preocupación sobre haber metido o no demasiado dramatismo. Que tu idea inicial era que Axel muriera al final y te preocupas por querer hacer una historia alegre. A ver... yo creo que porque una historia sea "triste" no tiene que ser mejor o peor que una alegre. Quizás la gente en general muestra más reticencia a una historia triste (esto lo he pensado muchas veces yo también), pero bueno yo creo que el verdadero valor para que una historia sea buena es que transmita. Si transmite tristeza o melancolía ya está despertando sentimientos, por lo tanto debería considerarse buena. Un consejo es que no encorsetes tu estilo, tú déjalo fluir y cuando de verdad te apetezca hacer una historia alegre, pues la haces, pero no la fuerces porque entonces puede quedar un poco forzado. A mí me pasa también que a veces me obsesiono con determinados temas y no salgo de ellos. Tomo conciencia y lo intento, pero solo cuando me decido y sé que voy a poder contar algo interesante voy más allá de ellos. Es bueno experimentar y escribir de todo porque se aprende muchísimo, pero también lo es desarrollar un estilo propio.
Bueno, sé que es un comentario larguísimo jejeje (verás, al final va a ser más largo hasta que mi propio relato XD). Dejo aquí en enlace: http://auxilili.blogspot.com.es/2014/12/decision.html
Y nada, creo que con este relato prácticamente me he puesto al día con la iniciativa (han sido unas semanas "on fire"!!!)
Un saludo!! :)
Tu comentario me ha parecido fabuloso. Son esta clase de consejos o halagos los que te hacen replantearte las cosas y crecer. Me gusta la reflexión que has hecho sobre "kokoro" porque es algo de lo que ni yo misma me había dado cuenta. Es decir, mientras escribía no fui consciente de que el robot había experimentado un cambio. Son cosas que escribes porque te salen así y tienes que pararte a reflexionar después o que alguien ajeno te lo diga para darte cuenta. Así que me ha gustado que recalcaras eso.
EliminarPor otra parte, gracias por el consejo, me hacía falta. A veces es cierto que te obsesionas con tu forma de escribir porque no sabes si lo estás haciendo bien o si estás constantemente siguiendo la misma línea sin oportunidad de cambio. Así que agradezco enormemente lo que me has dicho porque me va a ayudar en mis futuros relatos :)
Un beso enorme <3
Hola :)
ResponderEliminarDios mio, me ha encantado la historia. La forma que has dado a Kiseki y Axel, y ese final tan... inesperado.
P.D.: Ya subí el mío, te dejo el enlace: http://lasvigilantesdesuenos.blogspot.com.es/2015/01/cuentame-tu-historia-v-latidos-de-acero_18.html
Besos
Muchas gracias <3
EliminarAñadido tu relato :)
Menuda historia, me ha encantado. Casi lloro en serio, no me hagas más esto!!!!!!
ResponderEliminarPD:http://librossinpaginas.blogspot.com.es/2015/07/martes-de-iniciativas-cuentame-tu.html
Aqui la mía, no es tan buena, eso seguro.